DOCUMENTACIÓN
E INVESTIGACIÓN.
Os
certifico, sin temor a equivocarme, que el trabajo de investigación y
documentación, previo a la escritura del guion, es una de las tareas que hacen
más interesante y gratificante el oficio de guionista.
La
obligación de todo buen guionista no es saber mucho de nada en concreto, pero
sí un poco de casi todo. Resulta completamente palmario que si queremos
escribir un guion cuya acción se desarrolla en un centro médico de la
actualidad o en el frente de un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial,
debemos asesorarnos antes en el lenguaje técnico, tanto médico como militar,
protocolos de actuación, época histórica, etc.
¿Qué
es lo que debemos investigar en cada caso? Pues el tema, la época y el período de
tiempo en los que se desarrolla la historia, el ambiente, las localizaciones y
los personajes, especialmente, si se trata de adaptar hechos y acontecimientos
reales.
Tema.
Aquel
sobre el que vamos a escribir, lo que requiere un aprendizaje sobre conceptos
técnicos, profesionales, culturales, sociales, idiomáticos, geográficos, etc.
La temática siempre ha de resultar creíble a ojos de los expertos. Aunque gran
parte del público no esté familiarizada con la temática que nos ocupa, siempre
habrá algún espectador que sí lo esté.
Época.
El
momento temporal que nuestro argumento ocupa en la historia. Si es una época
histórica, sus costumbres, usos, modas, hábitos, prácticas, rutinas y
tradiciones, entre otras cosas. Si es una historia contemporánea, estudiad los
acontecimientos más relevantes del momento.
Tiempo.
La
extensión de la historia en el tiempo o, dicho de otro modo, el lapso temporal
en el que se desarrolla la acción, período del año, estación estival, duración
de la acción, etc.
Ambiente.
Todo
lo que concierne en el trasfondo o background
que rodea a la historia: atmósfera, sociedad, grupo humano, nivel conflictivo
de este grupo, clase social, etc. Una buena costumbre es la de visionar películas
que nos sirvan de referencia para nuestra historia mientras la estamos
escribiendo.
Localizaciones.
El
lugar o lugares que ocupará nuestra historia en el espacio, es decir, la
geografía, arquitectura, tipología del entorno, clima, temperatura, decoración
o distribución, etc.
Personajes.
Si
son personajes históricos, investigad y empapaos de sus biografías. Si son
personajes reales contemporáneos, tendréis que entrevistarlos a ellos o a sus
amigos, adversarios, familiares o allegados. Si son personajes de ficción, aunque
trabajaréis con más libertad, debéis componerlos a base de recrear y mezclar
características de otros personajes reales o de ficción y, seguramente,
añadiendo muchas rasgos propios de vuestra personalidad.
Campos de investigación.
¿Adónde
debemos acudir para investigar y documentarnos? Obviamente, in situ, es decir,
viajando a los lugares de los hechos —da igual que sean reales o de ficción—, pero
también en bibliotecas, prensa y hemerotecas, museos, agencias de viajes, a
través de entrevistas personales, libros y revistas, enciclopedias, otras
películas, etc. Y, sí, claro, también en Internet. Pero, aunque la red es una
fuente inagotable de material y una herramienta que se ha vuelto imprescindible
para cualquier guionista, no lo arriesguéis todo al buscador porque Internet
también está lleno de falsedades y mentiras. En cualquier caso, contrastad
siempre los datos y las fuentes de donde provienen.
Kit del guionista.
Ya
lo dije antes pero lo repito aquí: el primer artículo —¡imprescindible!— para
nuestro trabajo de documentación e investigación es la libreta de notas, a la
que se le puede sumar la grabadora, cámara de fotos, cámara de vídeo, etc. Hoy
en día, con un buen teléfono inteligente o tablet tendremos todo en uno.
Actualmente, las nuevas tecnologías son a nuestro trabajo lo que con las
navajas suizas multiherramientas supusieron al bricolaje doméstico en su tiempo.
UN ÚLTIMO CONSEJO ANTES DE EMPEZAR A ESCRIBIR.
Recuerdo cómo en un uno de mis cursos un
alumno estaba trabajando sobre una idea cuya trama principal transcurría en la
Segunda Guerra Mundial, en la que un soldado afroamericano natural de un estado
del Sur era injustamente marginado y ultrajado por un sargento racista y varios
camaradas más, hasta que, entrando en combate en una operación suicida que requería
un valor inusitado, el soldado negro salvaba a su sargento y a toda la compañía
de morir emboscados por los nazis y era aclamado por todos como un héroe.
Le pregunté qué sabía sobre la Segunda
Guerra Mundial, sobre el ejército norteamericano, sobre las costumbres de vida
de los Estados del Sur y, en definitiva, sobre el problema racial en América durante
aquella época. Me confesó que había leído mucho y estaba dispuesto a estudiar
más. No obstante, opiné que aquella investigación le iba a costar muchísimo
esfuerzo para que finalmente su historia resultase creíble, fundamentalmente
para un estadounidense y, en especial, para un veterano de aquella guerra o un
historiador, que también hay que pensar en ellos como posibles espectadores
potenciales. En cambio, le propuse que diera un giro a su guion buscando algo
más cercano, que conociese mejor, y cuya investigación le ocasionara menos
quebraderos de cabeza. En concreto le sugerí que ambientase su trama en la
peligrosa posguerra de Bosnia, donde varios destacamentos del ejército español,
integrados en las fuerzas de los Cascos Azules de la ONU, realizaron labores
humanitarias y de vigilancia. Y, asimismo, podría cambiar a su protagonista
afroamericano por un soldado de etnia gitana para que el tema del guion fuese
el mismo: el racismo. Me pareció mucho más original, menos explotado en el cine
y, sobre todo, un tema más cercano a mi alumno y más fácil de documentar para
él. Además, Sarajevo le quedaba mucho más cerca que Alabama. En el fondo, la
historia trataba de lo mismo, una temática universal, el racismo. Pero en la
forma y sus circunstancias, estaría además narrando una situación coyuntural
particular, más local, que también podría generar interés, por lo desconocida,
en el resto de las culturas del mundo. O, como señala el escritor Amos Oz «Creo que la buena literatura solo cuando es muy provinciana, local, se
convierte en universal. García Márquez en Macondo…, incluso Cervantes es muy
provinciano.» O Vargas Llosa en Arequipa. O él mismo en Jerusalén. O sea,
SIEMPRE
HAY QUE IR DE LO PARTICULAR A LO
UNIVERSAL
Eso lo aprendí de Linda Seger. En septiembre de 1997 tuve la inmensa suerte de poder
asistir a un taller de guion que impartió en Galicia esta afamada consultora de
guiones norteamericana. Yo acudí con dos guiones en marcha, uno era “El bosque animado”, del que ya he
hablado (de hecho, el personaje femenino protagonista de esta película, que en
la novela original no tenía nombre, se acabó llamando Linda en honor de Seger). El otro se titulaba “Más amarga que la muerte”, un thriller
que estaba coescribiendo con mi amigo y colega Chema Gagino. Esta última historia trataba sobre dos hermanos
varones que de adolescentes se enamoraban de la misma chica mientras iban los
tres a coger percebes en los escabrosos acantilados de la costa gallega. Ya de
adultos, uno de los hermanos se había convertido en policía, mientras que el
otro malvivía como contrabandista desembarcando en las playas gallegas alijos de
heroína, aunque ambos continuaban rivalizando por el amor de la misma mujer,
hija del capo mafioso de la zona. El drama estaba servido. Pero, una vez leído
el tratamiento por la analista americana, lo que le causó asombró fue la
historia de los pescadores y percebeiros
gallegos y nos propuso que, en vez de escribir una trama sobre el tráfico de
drogas —«sobre ese tema cualquier
americano lo haría mil veces mejor», nos soltó—, conservásemos la
universalidad de la premisa (el amor, el desamor y los celos en un triángulo
amoroso, que eso funcionaría igual en España, América, China y Nueva
Guinea-Papúa) y la ambientásemos en el mundo —desconocido para ella y, por
ello, más fascinante— de los humildes marineros, pescadores y mariscadores en
un pueblo de la Galicia costera. Tan agradecidos quedamos que la invitamos a
probar los percebes, crustáceo que jamás había comido. Después de hacerlo,
quedó todavía más encandilada.
No me resisto a finalizar esta primera
parte sobre creatividad y generación de ideas, sin contaros antes mi
experiencia en la fase de documentación de un guion original, tal vez los más
difíciles de documentar por carecer de una obra preexistente de la que partir.
En concreto, “Más amarga que la muerte” no se llegó a rodar nunca, pero yo le
seguí dando vueltas mucho tiempo a la propuesta de Linda Seger de escribir un guion sobre la Galicia marinera. Al
final, aposté por una comedia costumbrista en la que una camionera que va a
buscar marisco a un pueblo costero gallego, queda atrapada con su gran tráiler
en un estrecho puente, impidiendo el paso hasta el cementerio el mismo día que
van a enterrar al padre del patrón mayor de la cofradía de mariscadores. A
partir de aquí, se desencadenaba la comedia con un humor autóctono, muy
parecido al británico o irlandés, que en Galicia llamamos retranca y que no es
otra cosa que una gran ironía. O, por decirlo de otra forma, no tratar de ser graciosos,
sino buscar la hilaridad provocando situaciones extremas que le ocurran a
personas muy serias y circunspectas, casi sin sentido del humor. Porque, en el
fondo, el humor es algo muy serio.
Ni que decir tiene que durante la escritura del guion no dejé de ver
comedias costumbristas ambientadas en Irlanda, desde clásicos americanos como “El hombre tranquilo” (The
Quiet Man, John Ford, 1952) a otras
producciones más recientes como la británico-irlandesa “Despertando a Ned” (Waking
Ned, Kirk Jones, 1998). Pero, además
de eso, salí a faenar en barcos pesqueros de bajura, visité puertos y muelles,
lonjas, faros, piscifactorías y hasta estuve a punto de enrolarme como copiloto
de un camionero que transportaba pescado de Galicia a Madrid. Finalmente,
cuando tuve un guion escrito con el que estaba satisfecho, me puse a localizar
recorriendo toda la costa gallega de sur a norte, cada fin de semana, hasta que
encontré en el pequeño puerto de Rinlo, en el ayuntamiento de Ribadeo —justo el
último municipio antes de salirme de Galicia—, el emplazamiento ideal para ambientar
mi historia. Lo visité infinidad de veces, quedándome a vivir por temporadas,
fotografiándolo, tomando notas, dibujándolo y relacionándome con sus gentes
para imbuirme de sus costumbres y tradiciones, hecho lo cual, volví a
reescribir el guion adaptándolo minuciosamente al lugar elegido. La película se
tituló “Los muertos van deprisa” (2009) y, aunque
ocurría en un entorno muy particular y localista, en realidad trataba sobre un
tema tan universal como la reconciliación.
Propuesta de ejercicios:
Con esa idea que sé que ya barajáis escribir, os propongo que defináis por escrito, muy brevemente, su tema, época, tiempo, ambiente, localizaciones y personajes.
La semana que viene comenzaremos a escribir las primeras líneas encaminadas a construir nuestra futura historia audiovisual. Hasta entonces, ¡sed felices!
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