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domingo, 16 de noviembre de 2014

Iconos e inspiración


Museo del antiguo monasterio Andrónikov, en Moscú.

Ayer encontré mucho material para continuar la novela, aún sin título, que narra las aventuras que llevan a mi detective, el padre Marcelino —un cura católico castigado por la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano— a resolver un intrincado misterio histórico por toda Europa. Ya ha estado en París, Londres, Roma y ahora le toca Moscú. Las siguientes paradas son Jerusalén, Malta, Barcelona y… ¡sorpresa! El final del periplo no lo puedo desvelar.

Además de la Plaza Roja y el Gorky Park, el padre Marcelino visitará el monasterio Andrónikov, hoy convertido en museo de arte iconográfico a mayor gloria de Andrei Rubliov (en ruso, Андрей Рублёв).

Placa a la memoria de Andrei Rubliov (monasterio Andrónikov)

Rubliov fue un pintor y religioso medieval (1360-1430) considerado el mayor iconógrafo ruso que, entre otras obras, pintó el famoso icono de La Trinidad, en el monasterio de la Santísima Trinidad y San Sergio donde vivió, en la ciudad de Sérguiev Posad (antiguo Zagorsk), un importante convento, centro espiritual de la iglesia ortodoxa rusa, situado a unos 70 kilómetros al noreste de Moscú.

Pequeñas reproducciones de iconos que he conseguido en la iglesia de El Salvador.

Pero además también se le atribuyen a él los iconos de la pequeña iglesia de El Salvador, que tuve la oportunidad de visitar. Tarkovski hizo una película basada en su biografía en 1966.

Iglesia de El Salvador (monaterio Andrónikov)

En el museo anexo, del antiguo monasterio, se conservan iconos del siglo XII al XVIII. ¡Una maravilla!

Fragmento de un icono del siglo XII, en el museo del monasterio Andrónikov.

El padre Marcelino está cada vez más liado pero, al mismo tiempo (aunque él no lo sabe), más cerca de resolver el misterio en el que le ha metido una joven estudiante de semiótica, que preparaba su tesis en La Sorbona, cuando se vio envuelta en el horrible crimen del tutor de su tesis, compañero de seminario de Marcelino. ¿Qué simbología ha revelado esa tesis que alguien esté dispuesto a matar para que no vea la luz? ¿Tal vez un secreto que podría remover los cimientos de la Iglesia? Veremos...

El padre Marcelino oye campanas pero no sabe dónde... (monasterio Andrónikov)

Desde luego, no hay nada como visitar sitios nuevos (sobre todo a gastos pagados por algún Festival) para inspirarse.

Esta tarde a las 15:00 h, se proyecta "Arrugas" en el cine Kosmos. Allí presentaré la película y al final sesión de Q&A (preguntas y respuestas). Después, que ya será de noche (aquí anochece a las 17:00 h), toda la tarde escribiendo hasta la cena. Hoy me han prometido ensalada de chatka, o sea, cangrejo ruso. No se me ocurre nada mejor para un domingo (el vodka cayó el sábado por la noche). Sed felices! ;)

sábado, 15 de noviembre de 2014

RUSO PARA PRINCIPIANTES


Selfie con Armen, mi traductor de ruso en Moscú.

Hoy escribo desde mi hotel en Moscú a donde he regresado, después de haber visitado la ciudad hace solamente un mes, para participar con “Arrugas” en el 7º Disability Film Festival. Llegué ayer y hoy por la mañana participé en una mesa redonda que trataba de dilucidar cómo el cine puede ayudar a romper las barreras sociales asociadas a supuestas “discapacidades” físicas o psíquicas y al envejecimiento. Altamente interesante. Afortunadamente, la organización había convocado a Armen, un traductor armenio —que aprendió español trabajando varios años en Buenos Aires— y que ya me tradujo la última vez que estuve en Rusia.

Después del debate, Armen se ofreció a enseñarme algo de esta grandiosa ciudad y yo acepté de buen grado. Paseando por varias de sus largas avenidas, descubrí el antiguo edificio de la KGB (hoy oficina del presidente), enfrente del edificio de los viejos Soviets, antiguo parlamento. Estaban unos frente a otros porque los Soviets vigilaban a la KGB y la KGB a los Soviets. Muy edificante e ilustrativo.  Deberían poner también en España al CNI (Centro Nacional de Inteligencia) enfrente del Congreso, a ver qué tal ;)

Parte posterior del antiguo edificio de la KGB.

Después de comer, cruzando la plaza de Slavyanskaya, nos detuvimos delante de un monumento erigido en honor de los hermanos Cirilo y Metodio —en ruso: Кирил и Методий— misioneros que predicaron la palabra de Dios a los eslavos allá por el siglo IX y que hoy son patronos de Europa, doblemente santos por las Iglesias católica y ortodoxa. Por cierto, aquí se celebra su día el 14 de febrero, como san Valentín.

Monumento a los hermanos Cirilo y Metodio en Moscú.

Pero hay más, resulta que estos santos consanguíneos, para poder enseñar la Biblia a las gentes del lugar, se inventaron un alfabeto que precisamente heredó su nombre del pequeño de la familia, KirilCirilo— y de ahí “alfabeto cirílico” o ruso (en ruso: русский алфавит).

En realidad, estos buenos hombres, lo que hicieron fue asignar símbolos que habían aprendido en Tesalónica y Grecia al alfabeto latino de toda la vida.

Mientras continuábamos nuestro paseo, me fijé que debajo de las señales de STOP aparecía la palabra “стоп”. “Es decir” —pensé— “la C es una S, la T y la O son lo mismo y la п es una P”. Efectivamente, Armen me explicó la equivalencia de varias letras. Traté de memorizar alguna y, de allí a un rato, tuve una epifanía.

Yo llamo “epifanías”, a esos momentos mágicos en los que creo tener una visión, una aparición (como cuando se me ocurre una gran idea para resolver un guión), algo así como la que debió tener Pablo cuando se cayó del caballo camino de Damasco, pero sin connotaciones religiosas, aunque sí igual de espirituales.

¿Os preguntaréis qué fue? Pues de repente leí un cartel que rezaba textualmente “ресторан” y comprendí que allí ponía “restaurante”. Me causó tal emoción que comencé a fijarme en todos los carteles que me encontraba al paso para transcribir las pocas letras que me había aprendido, preguntando las que aún no sabía a Armen.

Momento en el que tuve mi epifanía, con la visión del letrero de este restaurante.

Así comencé a “leer” ruso: “тариф” (tarifa), “кредит” (crédito), “нотариус” (notario). En realidad, lo único que estaba haciendo era sustituir las letras del alfabeto ruso por sus correspondientes en el abecedario latino y echarle imaginación. Si observáis la tabla de equivalencias podéis hacerlo vosotros mismos. 

Cuadro de equivalencias del alfabeto ruso al latino.

Por usar los ejemplos que he empleado en esta entrada del blog:

Кирил и Методий = Kiril i Metodiy = Cirilo y Metodio.
русский алфавит = russkiy alfavit = alfabeto ruso.
тариф = Tarif = tarifa.
кредит = Kredit = crédito.
нотариус = Notarius = Notario.
ресторан = Restoran = Restaurante.

Y lo bueno es que se pronuncia como en latín, es decir, “ресторан” se pronuncia “ristoran”, casi como en italiano.

Claramente, aquí pone NOTARIO...

En fin, que le fui leyendo en voz alta al bueno de Armen, todo cuando “reconocía” escrito en cirílico. Tan emocionado estaba que, al final de la tarde, aunque él se empeñaba en acompañarme de nuevo al hotel por si me perdía, decidí viajar solo en el METPO hasta mi parada, cuyo nombre ya sabía leer: “рижская”, o sea, “Rijskaya”, supongo que algo así como ¿“la calle (kaya) de Riga (capital de Letonia)? Genial! Vamos, ¡que tampoco es tan difícil el ruso!

El impresionante metro de Moscú, con algunas estaciones ¡por debajo de los 500 metros!

Ya puedo decir que me he perdido en el metro de Londres pero no en el de Moscú. Mañana más. Sed felices! ;)

domingo, 9 de noviembre de 2014

La gran cagada.

 
¡Bienvenidos al bonito mundo de la farsa!

Hace una semana, un amigo de Facebook me dijo: "escribes bien y analizas con gracia y elegancia realidades obvias (que creo que casi todo el mundo comparte) para llegar luego a conclusiones terribles". Vaya por delante que, con lo que escribo en este blog, nunca intento llegar a conclusión alguna ni analizar nada. No soy político, ni periodista ni politólogo o analista político. Es a ellos a quien les corresponde analizar y llegar a conclusiones. Solo soy un ciudadano más que da su punto de vista particular: mi opinión, que por supuesto puede ser errónea, como la de todos, pero es la mía. Ocurre que me dedico a escribir ficción (y de vez en cuando a dirigir cine). Y, en este oficio, es condición sine qua non contar las historias desde tu propio punto de vista, tu mirada personal. O, como dijo Clint Eastwood en "El principiante" (1990), "las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno". Yo también.

Menos mal que tú siempre me alegras el día, Harry.

El domingo pasado hablé del mundo del circo (político). Hoy voy a hablar de la farsa. La farsa es un subgénero de la comedia en la que "los personajes se desenvuelven de manera caricaturesca o en situaciones no realistas", según definición de Wikypedia. La Real Academia es más aguda: "Pieza cómica, breve por lo común, y sin más objeto que hacer reír".

Me fascina Cataluña, tengo grandes amigos y amigas catalanes. He vivido y trabajado allí regularmente sin ningún problema. Me han tratado siempre, personal y profesionalmente, incluso mejor que en Galicia, mal que me pese. Tanto es así que, a día de hoy, tengo un socio catalán con el que estoy intentando sacar adelante una producción que, si todo va bien, se realizará en su mayor parte en Barcelona.

Pero, dicho esto, y sin que se menoscabe ni un ápice mi admiración por Cataluña, considero que el 9-N es la consumación de un esperpento al que nunca se debió llegar. En estos momentos se está viviendo allí una auténtica farsa, un vodevil, un sainete, un burlesque, una extravaganza. Y ello es así, porque, vista la imposibilidad legal de convocar un referéndum -porque nunca hubo voluntad por parte del presidente Rajoy, rey de los parcos donde los haya- de sentarse a dialogar, el president Mas -príncipe de los subterfugios y de los eufemismos- ha no-convocado un no-referéndum para celebrar una consulta que en realidad no lo es porque no tiene efecto jurídico alguno. ¿Cabe una situación menos realista y más falsaria? Hay cinco millones y pico de ciudadanos con derecho a voto en Cataluña. Hoy se espera que vayan a no-votar a las no-urnas aproximadamente la mitad de los no-electores. La otra mitad se quedarán en su casa. Y a unos y a otros les están tomando el pelo porque los políticos partidarios de la secesión se reirán de los detractores de la misma cuando en el no-recuento hayan no-ganado con el 99 % de sus no-votos. Y los segundos se cachondearán de la ilusión de los primeros cuando todo ello no valga para nada y el lunes 10-N todo siga igual. Sí, pieza breve y de risa. ¡Farsa! Pero siempre es mejor reír que llorar, eso sí. Y, mientras ellos se ríen, el país dividido por la incapacidad de diálogo de unos y otros. Al final todos pierden: los que muy loablemente desean la independencia porque, después del simulacro de votación, mañana no la tendrán, y los que, también en su derecho, no la desean, porque cada vez están más solos.

La no-urna de pega y la no-papeleta con preguntas también de pega.

¿Libertad de expresión? Por supuesto, para todo el mundo. Yo estoy ejerciendo ahora mismo la mía. ¿Derecho a decidir? Claro, yo -mientras no se demuestre lo contrario- también tengo derecho a decidir, como todos los ciudadanos de este país, tal y como afirma en su Artículo Primero la Constitución de 1978 -aprobada por mayoría absoluta también en Cataluña, por cierto-: "La soberanía nacional reside en el pueblo español". Y mientras ello sea así, ninguna comunidad, nacionalidad, región o colectivo puede arrogarse unilateralmente la facultad de excluir del derecho a decidir a los demás miembros soberanos del Estado. Los derechos, como las libertades, terminan donde empiezan los derechos y libertades de los demás.

Si pudiera hacerse eso, pasado mañana el colectivo de autónomos podríamos convocar un referéndum para decidir unilateralmente dejar de pagar la cuota mensual a la Seguridad Social. Pero la Ley nos lo impide y no tenemos más remedio que seguir pagando religiosamente todos los meses bajo amenaza de sanción. 

Otra cosa sería -y aquí es donde nuestros mandatarios han perdido la oportunidad de escribir no una farsa, sino una epopeya- que, quien está a favor de la independencia (que está en su derecho y merece todo el respeto del mundo, como quien no lo está), luche por cambiar las leyes, por modificar la Constitución -recuerdo cómo para lo que les interesó se pusieron de acuerdo hasta Zapatero y Rajoy para corregirla en un pispás y sin referéndum-, y trabaje por convencernos a todos que la secesión es la mejor solución para la conveniencia. Para, a continuación, lograr llegar a un consenso y convocar un referéndum de verdad en el que todos podamos ejercer libremente, y con garantías legales, nuestro derecho soberano a decidir. Pero no hay voluntad.

Mariano, Artur y Oriol. ¡Qué monos!

La primera condición para ser independiente no es querer serlo, ni mucho menos. La primera condición es que los otros consideren que lo eres. La independencia se gana fuera de casa, convenciendo a los demás, no dentro montando una farsa onanista.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Pues muy fácil, porque en el vocabulario de nuestros políticos hace mucho tiempo que han desaparecido verbos como dialogar, convencer, consensuar, convivir. Es decir, llegar a acuerdos.

Porque llegar a acuerdos significaría tener que renunciar todos a parte de sus reivindicaciones para alcanzar puntos comunes de encuentro, como en los diagramas de Venn de la teoría de los conjuntos. Por muy distintos que sean los conjuntos A y B, siempre puede existir una intersección donde algún elemento sea a la vez de A y B.

Diagramas de Venn

Por ejemplo, el conjunto A es el de los políticos que no quieren la independencia. El conjunto B, el de los que sí la quieren. Pero hay una intersección de ambos que es la de políticos incapaces y farsantes, estén a favor o no de la secesión. A ese subconjunto, mal que les pese, pertenecen de pleno derecho a la vez Rajoy y Mas. Ni Rajoy -que es sordo, mudo y ciego-, ni Mas -que es ya una caricatura de sí mismo-, han demostrado tener capacidad alguna para llegar a acuerdos. Ojalá exista -soy de los que piensan que así es- otro subconjunto donde podamos entendernos todos, aunque sea con acuerdos de mínimos.

Pero, en fin, también los políticos tienen un culo, como los ciudadanos tenemos opiniones. Y habitualmente la cagan. Y hoy, a mi juicio, estamos asistiendo a una gran cagada, la no-convocatoria de este no-referéndum, cuyos únicos culpables son Mas y Rajoy. En el Belén de las próximas navidades no hay ni pastorcillos, ni reyes magos, ni angelitos. Solo caganers.

Hay una segunda lectura: que a ambos les interese no llegar a acuerdos para estirar esta situación y, mientras los borregos que conformamos la opinión pública balamos a diestra y siniestra, ellos alimenten el fuego para aprovechar esta cortina de humo y tapar las miserias de las ovejas negras que se descarrían en sus respectivos rebaños. Pero no, no creo que sean tan listos.

Rajoy y Mas, merecidos caganers para estas navidades.

Paradójicamente, hoy hace 25 años que caía el muro de Berlín. Esa efeméride sí es real y es la que merece la pena celebrar: la unión de los pueblos, la reunificación de las gentes, la conveniencia pacífica de realidades distintas, el diálogo, la posibilidad de vivir juntos, sea cual sea el tipo de relación (casados, solteros o arrimados), por muy distintos que seamos o por muy diferente que pensemos. Sed felices.

La caída del muro de Berín, un acontecimiento que merece la pena celebrar.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Había una vez un circo...

¡Bienvenidos al increíble mundo del circo!

No me gusta nada el circo, nunca me ha gustado, pero tengo mis muy sólidos y particulares motivos para esa animadversión. La primera vez que me llevaron a un circo debía tener alrededor de unos 6 o 7 años.  Fue una experiencia terrible. 

En aquella época, en casa no teníamos televisor, solo radio, y mi única evasión -ademas de inventarme y "vivir" mis propias fantasías en mi habitación- era el cine que me habían descubierto a la muy temprana edad de 4 años. Cuando me hablaron del circo supuse que era algo así como el cine pero en vivo y aquella sola (y errónea) evocación hacía hervir mi infantil imaginación.

Cuando llegó aquel circo a la ciudad -no recuerdo cuál pero a mi memoria viene el nombre de Circo Atlas, de los hermanos Tonetti, que en aquella época estaba de moda-, la empresa empapeló con con sus llamativos carteles todas la calles de A Coruña, incluido mi barrio. Me debí poner tan pesado -siempre fui un niño muy testarudo (y creo que lo sigo siendo, terco y niño)- que mi madre, no muy aficionada a ese tipo de espectáculos, decidió llevarme, supongo que para que dejase de dar la tabarra.

El circo de los hermanos Tonetti, muy de moda en los años sesenta y setenta.

La carpa estaba instalada en una explanada situada donde hoy está la Casa del Agua, detrás del estadio de Riazor, y para ir desde Os Castros, mi barrio coruñés de nacimiento, había que tomar dos trolebuses: uno hasta el centro y, desde allí, otro hasta la entonces llamada Ciudad Escolar. 

Tan ilusionado estaba y con tantas ganas de que el mundo entero supiese que me llevaban al circo que, durante el trayecto en el primer trolebús, comencé a cantar en voz alta, con toda la capacidad que daban de sí mis pequeños pulmones, una cancioncita cuya única letra era: "Vamos al circo, vamos al circo, vamos al circo..." 

Reconozco que mi madre, que debía estar abochornada con mi actitud, me advirtió dos o tres veces antes de optar por medidas más drásticas. Pero como yo era muy pertinaz, seguí con la puñetera cantinela hasta que mamá se hartó y me arreó un guantazo del que todavía me acuerdo. Afortunadamente, no tenía la zapatilla a mano. Y es que las madres no se andaban con chiquitas en aquella época. Todavía hoy, cuando estoy tranquilamente escribiendo en alguna cafetería y entra uno de esos niños repelentes, maleducados y malcriados, dando el coñazo a todo el mundo mientras sus padres pasan de todo, me acuerdo de la bofetada de mi madre y pienso qué de buena gana le daría yo un buen sopapo al pequeño monstruo si fuera su padre. Gracias a Dios, no tengo hijos.

Total que, por si volvía a avergonzarla, mi madre decidió no tomar el otro trolebús y hacer el segundo trayecto andando. Aproximadamente, media hora más tarde, asfixiado por la caminata y todavía con la cara ardiendo por el bofetón, llegamos al circo cuya función había empezado ya hacía rato. Al entrar, el olor a serrín mezclado con el de los excrementos de los animales me dio otro bofetón, este en todas las narices, e igual de perenne en mis recuerdos de la infancia que el primero.

Como pudimos, encontramos un par de sitios libres pero muy esquinados, concretamente casi al lado de la puerta por donde salían los artistas y las bestias, lo que me permitía ver muy de cerca -demasiado cerca- el espectáculo. Allí pude comprobar la decadencia del circo: los animales sucios y malolientes, las ropas zurcidas y con remiendos de los malabaristas y domadores y, lo que fue peor, el maquillaje de los payasos.


¡Qué buen domador de elefantes hubiese dado el rey Juan Carlos!

Recuerdo, como si fuera hoy, que el payaso listo, el clown, se asomó un momento por detrás de un telón, justo en la esquina en donde estábamos sentados mi madre y yo, supongo que para ver cómo iba el número que en ese momento se desarrollaba en la pista. Desde mi privilegiada posición pude comprobar que la gran sonrisa que lucía pintada en su cara era más falsa que el beso de Judas, porque en realidad su gesto y sus labios mostraban un enorme dolor. El payaso se dio cuenta de que yo le observaba y, durante unos segundos, clavó sus ojos en los míos. ¡Tenía la mirada más triste que recuerdo haber visto nunca! Luego, como si se avergonzase de haber sido descubierto en su apesadumbrada realidad, se retiró hacia el interior. ¡Todo era falso! ¡Qué decepción!

Cuando salieron los payasos no fueron capaces de arrancarme ni una mísera sonrisa porque, perdida la inocencia infantil, yo sabía que todo aquello era ficticio y que en realidad los payasos fingían su alegría.

Afortunadamente, años más tarde pude exorcizar mis demonios gracias a los payasos de la tele, Gaby, Fofó y Miliki, que no iban tan maquillados, el primero a cara completamente descubierta y los dos segundos tan solo con dos grandes narices y unas pelucas por toda caracterización.


Los payasos de la tele: Gaby, Fofó y Miliki (clown, augusto y contraugusto).

Hoy siguen sin gustarme los payasos. Pero, para mi desgracia, leo la prensa y sospecho que nuestro país está lleno de ellos.

Primero están los clowns o payasos listos, que tienen la falsa sonrisa pintada permanente en los labios, como Pedro Sánchez, Rosa Díez, Esperanza Aguirre, Zapatero (que además de la sonrisa tiene también la ceja de clown) u otros. Pero mi preferido es, por supuesto, Artur Mas¡Je! Son los payasos que a mí me hacen sonreír.


El clown o payaso listo.

Luego están los augustos, o payasos que se creen listos pero solo son listillos, esos que cuando abren la boca ves cómo se avecina el desastre. A esa especie pertenecen Cayo Lara, Montoro, Aznar, el actual Felipe González y, cómo no, Pablo Iglesias y toda su troupe bolchevique-bolivariana que, como Lenin, van a "tomar el cielo al asalto". ¡Jajá! Estas son las cosas que a mí me hacen reír. 


El augusto o payaso listillo.

Y por último está en contraugusto, o sea, el tonto del culo, el que no da una, el más inútil y torpe de la familia. Aquí el número de payasos es tan elevado que la lista es interminable: Wert, Ana Mato, Gallardón, Fátima Báñez, Cañete... Pero el mayor contraugusto de todos es, por supuesto, Mariano Rajoy¡Juajuajuá! Aquí carcajearía a mandíbula batiente, si no fuera porque dan pena y estos payasos, por no tener, no tienen ni sentido del humor. 


El contraugusto o payaso tonto.

Si esto sigue así, me marcharé a vivir a un país serio, como Italia, donde al menos los payasos que ejercen la política son profesionales, como Berlusconi o Beppe Grillo.


El payaso italiano Beppe Grillo saludando al respetable.

Señoras y señores, bienvenidos al mayor espectáculo del mundo: ¡el circo político! También huele a excremento y serrín, pero os vais a tronchar de risa con sus payasos.

Próximo pase, el domingo 9 de noviembre en Cataluña. Y disculpad que me haya levantado hoy tan cáustico: sobredosis de prensa dominical.

Hasta entonces, buena semana. Sed felices! ;)