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lunes, 8 de agosto de 2011

Presentación LUME DE COBIZA


A todos os que mañá vos encontredes por A Coruña, convídoos á presentación da novela Lume de Cobiza, ás 20:00 h na Feira do Libro instalada nos xardíns de Méndez Núñez.

Vémonos. Unha aperta,

Ángel

viernes, 5 de agosto de 2011

Hoy amanecí surrealista



Queridos surrealistas:

Hoy comienzo las vacaciones y me encuentro surrealista. Salgo volando por las montañas como escobas que chisporrotean en lo alto en dirección al sol mientras se muere, como Dalí  y Gala, blanco, blanco, blanco. Las tumbas tienen lápidas blancas y negras. Todo es oscuridad dentro de las narices. Moco, moco, moco, ésa es la lógica en la noche y el día. Aguardo que vengan las imágenes, pero las imágenes no viene volando en alfombras sobre nubes blancas y azules que bajan por las laderas de las montañas mientras suben los repartidores, que no son repartidores, son caballos sin caballeros. Las margaritas florecen sobre las laderas de las montañas azules de las blancas flores y en las casas hay escaleras mecánicas con cucarachas que corren por las cruces despacio. En la chimenea no hay fuego, pero hay sombras de alguien que se transforma en nieve. Deja la lógica, deja la lógica… Los tenistas descansan, lo recuerdo, en una iglesia de Le Corbousier con forma de seta. Hay crucifijos sin cruces y olor a incienso. Acantilados, acantilados grandes a la una de la mañana, trenes a gran velocidad sobre la nieve blanca, rato y ratones. Risa, risa, risa… río, río, río. Los pajaritos también ríen. Y canta, canta, canta la lluvia. Chisporrotean las esfinges bajo la lluvia. Las esfinges sonríen bajo la lluvia y chisporrotean. Brujas que van sobre sus escobas, cantan de ilusión. Todos caminan en montes nudistas, naturistas, coloristas. ¿Lo ves, lo ves? Bosques nudistas del pueblo naturista. ¡No es posible! Es un esfuerzo lógico, sintético y metafísico. Fuegos de artificio que explotan en las alamedas del pueblo lógico. Claro, el pueblo no tiene alameda. Luego no es lógico. Cogito ergo non sum. Fuegos en la chimenea al borde de una silla de ruedas. Se apagan las luces en el pueblo y estoy solo. Descorcho, descorcho botellas. ¡Fiesta! Shakespeare… debajo del puente, debajo del puente, pierde agua la olla-presión. Algas blancas y compañeros de juicios. Veo París, París. No hay hierba, no hay hierba, son las aceras de París. Es increíble, alguien corretea por la habitación. Café. La casa es un tiburón. Souvenir. Una chica de París, sí. Tiene su contorno apretado junto a la piel morena cuando sube en los ascensores. Su risa es maravillosa y contagia. Su risa es blanca y baja por la noche, por la noche oscura como un piano. La miro húmedamente. Húmedamente es un adjetivo caliente. La chica de París me encanta… París es gris, muy gris, en primavera, otoño e invierno. Está lleno de coches. Pito, pito... no puedo hacer fuerza, tengo que ir al piso, sobre el puente férreo. Aparatitos del rastro, me arrastro por el rastro mientras toco poco las calabazas oblicuas. Las alfombras ya no son cuadros, son tapices en la pared. El horizonte es una constante en vertical. Baja el atardecer, que ya no se ve porque es artificial. Atardece dentro del sol y se para el sol dentro del televisor, fuera no hay nada, es todo gris. Las nubes ya se fueron, se mancharon de tinta, se empaparon. Y gotea lluvia en invierno en París. No hay nadie atardeciendo en ese sol negro. Dibuja con la punta los montes, sobre el monte de la chica de París, con su risa blanca como las nubes de otoño. La risa blanca, la piel blanca, la vida blanca que deslumbra en la noche sobre un piano y punto. Voy de la Pont Neuf a la pont de Saint Louis que separa las dos islas. Notre Dame, la popa de Notre Dame con su aguja pinchada en el cielo sin nubes. En París hay atardecer sobre el Sena, a las seis. El agua se dora y se parte en dos, como dos filos de un cuchillo, en un arma de dos filos, de dos hojas. Hay un cordón para llamar al servicio sobre el agua de París. La torre Eifel se ilumina con estrellas de purpurina. El polvo de estrellas cruza despacio París sobre una cuerda que va de la punta de la torre Eifel al Montmatre. El molino rojo destiñó y ya no es rojo. Vuelve la luz, vuelve la luz. Son los años centrales del maquinismo. El metro de París, el metropolitano, es una parada de metro donde aguarda la gente fuera, fuera del suburbano se va agolpando, cada vez más y más gente. Hay libros, hay muchos libros. Y hay un par de libros, únicos, escritos sobre tinta negro-azul. Las hojas también son negras, y no hay letras, sólo manchas de noches. El barrio judío La Marait et la Republic. Montparnasse… No sé qué más decir. No quiero hacer fuerza. Es cierto, es cierto: estamos en fiesta. Explotan los fuegos de artificio sobre la tarta y los cortan con una cuchilla de motosierra. Explota toda la tarta y mancha a todos los comensales que quedan estupefactos mirando la motosierra. Me río a carcajadas. ¡Ni de bromas! Y baila, baila., la gente baila…Cantan y danzan. Se abren las cortinas. Cuelgan sobre sus caídas los cordones con borlas. Ya no podemos mirar al sol, pero se puede mirar al sol fijamente. Desde las terrazas se puede mirar al sol fijamente. Cielos blancos…. Volvemos a París. Sí, porque la fiesta está en París, inmenso y rojo. La línea del horizonte es azul. Y roja como el crepúsculo, espectáculo viejo, muy viejo. Pero no importa porque la juventud va por dentro. No se puede dormir con la televisión. Todo es quietud, paz y descanso, como yo. Y todo es morado, morado…con rever, como las burbujas… burp-burp-burp. Las burbujas suenan como un eco acústico, acuático… reverberación acuática. El rever acuático también suena acústico… burp-burp. Hipocampo… Hipotálamo… el tálamo es la muerte en una plancha, el tálamo es un lecho de helechos. Tanatotálamo. Oigo pequeños ruidos, los ruidos del sueño. El sueño es un fundido de fondo que se escapa a nuestros oídos, es un fundido completo a negro-azul volviendo a París por la noche en el suburbano. Cambiamos la mirada hacia el sol. El sol es una lámpara, una lámpara incandescente que no quema, pero provoca aureolas en los ojos. Voy a cambiar de posición… y se oscurece como una línea azulada que dibuja montañas al fondo. Pero miro hacia el sol y todo enrojece, como una línea bermeja que flamea como el fuego. La línea del horizonte es vertical y las montañas se caen… oscuridad. Occipital.

Sed felices.