Bienvenidos a la tercera entrega de este taller de guion online «La escalera de papel». Continúo esta semana explicando cómo crear y generar ideas. Si la semana pasada os presenté a mis musas del Encargo, la Retrospectiva y los Mitos, hoy os quiero hablar de las musas del Costumbrismo, los Sucesos y la Adaptación que también os ayudarán a generar ideas. Vamos allá.
Euterpe, la música del
costumbrismo.
Por
supuesto, un guionista que se precie tiene que ser terriblemente observador.
Esta importante fuente de inspiración surge a partir del costumbrismo, es
decir, de las historias reales y cotidianas que fluyen a nuestro alrededor,
esas que vemos y oímos por casualidad: anécdotas, comentarios, chistes, discusiones,
chismes, chascarrillos, etc. Para incentivarla, hemos de tener los oídos y los
ojos siempre muy abiertos, en cualquier situación, especialmente en ascensores,
autobuses, supermercados, colas del cine, salas de espera y, en general, allí
donde haya una concentración de gente. Ni que decir tiene que aquí la libretita
de ideas tiene una importancia vital y es más discreta que la grabadora (porque
no deja de ser un poco pedante y algo violento, sacar una grabadora en un
autobús lleno de gente, en el que acabamos de escuchar una conversación
interesante, y dictar delante de todo el mundo: “idea para un guion…” seguido del apunte de la conversación oída.
Mal).
Unos
lugares fantásticos para escuchar historias de la vida real sin levantar
sospechas son las terminales de los aeropuertos, andenes de estación, paradas
de autobús, etc. Cuando salgo de viaje, pongamos que en avión, mientras espero
la hora del embarque, acostumbro a elegir a alguna pareja y me siento cerca —son
ideales esas filas de bancos corridos que están unidas por los respaldos—. Una
vez allí, para disimular, saco un libro o revista que finjo leer, aunque lo que
hago realmente es prestar atención a la conversación. Si me gusta el tema me
quedo un rato tomando notas, si no, me voy y busco otras “víctimas”. Muchas de
estas conversaciones reflejan los anhelos, problemas, ilusiones, dilemas y
aprietos cotidianos o extraordinarios de la gente normal, expresados con sus
propias palabras. Algunas de estas notas nos sugerirán ideas muy buenas y otras
nos servirán para crear diálogos creíbles y verosímiles.
Diréis
que soy un poco cotilla y que tal vez violo la intimidad de las personas, pero
entiendo que violar esa intimidad sería revelar públicamente datos que
identifiquen a dichos individuos y eso no lo hago nunca. Esas frases quedarán
siempre en el anonimato más absoluto. Yo mismo, un par de horas más tarde,
sería incapaz de reconocer a los autores de la mismas si de casualidad me
volviese a cruzar con ellos.
Por
otro lado, la variante visual de esta musa consiste en hacer un casting de
gente anónima. Tengo un buen amigo guionista que podría ser además un excelente
director de casting. Recuerdo un día que, paseando con él por una avenida de mi
ciudad natal, cada vez que nos cruzábamos con algún peatón de aspecto curioso,
me decía: «mira, ese hombre parece un
científico alemán emigrado a Estados Unidos», o bien «aquella mujer podría ser la matrona de una familia de mafiosos
sicilianos», u otras ocurrencias por el estilo. Pero la verdad es que, si te
fijabas bien en los peatones que iba señalando, efectivamente semejaban los
personajes que él ideaba.
Resulta
un ejercicio muy gratificante y divertido, a la par que fecundo para nuestra
imaginación, inventarse biografías de las personas desconocidas con las que nos
vamos tropezando a lo largo del día. Por ejemplo, cuando estoy aburrido
esperando a alguien en algún bar o cafetería, o cuando viajo en algún medio de
transporte lleno de gente, paso el tiempo creando personajes originales a
partir de la observación de las personas que me rodean. Miro fijamente al
hombre de la mesa del fondo de un restaurante, que come tranquilamente un escalope
de ternera y, por su aspecto, modales, forma de vestir, edad, comportamiento,
etc., trazo una breve semblanza biográfica, le pongo nombre, le invento un
pasado, me pregunto (y me respondo) a qué se dedica, cómo es su familia, cuáles
son sus inquietudes, sus problemas, su carácter, etc. Lógicamente, siempre hay
que dejarse llevar un poco por la exageración para que sus vidas ficticias sean
más atractivas y sugerentes. Seguramente esos
personajes recreados en horas muertas, dormirán el sueño de los justos en
nuestra libreta de notas hasta que, más adelante, cuando nos encajen con lo que
estamos escribiendo, decidamos resucitar a alguno, con los cambios que
consideremos oportunos, para algún guion o relato.
NUNCA RENUNCIÉS A JUGAR Y A
HACER DE VUESTRO TRABAJO ALGO DIVERTIDO.
En
un artículo publicado en El País el 3
de octubre de 2010 con motivo del estreno de su película “Amador”, Fernando León de Aranoa lo describió
perfectamente: “En los cursos de guion de
mi juventud, a los alumnos que aún éramos nos proponían un ejercicio clásico:
el de inventarle unas circunstancias a los pasajeros que se sentaban a nuestro
lado en el autobús. Su actitud, su corte de pelo, la montura remendada de sus
gafas, su lectura; la frecuencia con la que comprobaba su aspecto en el reflejo
de la ventanilla, a su lado: todo era tomado en cuenta.” Años más tarde,
rememorando este ejercicio, visualizó la primera imagen de dicha película, “Amador”: una mujer cargada de flores
viajando en un autobús con la mirada perdida en el cielo.
Otra
variante de esta musa son las leyendas urbanas. Muchas de ellas han dado lugar,
por ejemplo, a conocidas sagas cinematográficas de terror. Aunque por
desgracia, actualmente están todas bastante explotadas. Si queremos utilizar
alguna, como normalmente ya habrá sido adaptada por alguien, debemos darle una
vuelta de tuerca o directamente ponerla completamente del revés. Recuerdo un
alumno que quería escribir una película sobre zombis, a priori un argumento
bastante trillado. Pero él le dio un giro inesperado e hizo que los zombis
fueran los protagonistas buenos y los vivos los antagonistas malos, con lo que
su idea, ahora de final ya menos previsible, se volvió en un momento mucho más interesante
y original.
Recordad,
eso sí, que paradójicamente la vida no tiene porque parecer verosímil, porque ya es
real. Sin embargo,
NUESTRAS HISTORIAS DE FICCIÓN
SÍ TIENEN QUE SER VEROSÍMILES.
Melpómene, la tragedia de
los sucesos.
Es
muy importante estar informado. Muchas veces la inspiración nace cuando leemos
un diario, revista, pasquín, etc., especialmente, la sección de sucesos, aunque
os aseguro que se pueden encontrar buenas historias hasta en los anuncios por
palabras y en las necrológicas (sección, por cierto, ideal para hallar nombres
curiosos con los que bautizar a nuestros personajes). También nos puede asaltar
escuchando la radio o viendo las noticias en televisión. Mi recomendación es
que, para desarrollar esta musa, hay que ver al menos un informativo al día y
hojear varios periódicos diariamente, un par de ellos por lo menos. No hace
falta leerlo todo, solo examinar los titulares y leer después completamente
aquellos que nos parezcan interesantes, para archivar a continuación los que
efectivamente, a nuestro juicio, no solo lo parezcan sino que lo sean.
Hasta
hace unos años, acostumbraba a recortar y coleccionar noticias que me parecían
sugerentes. Las archivaba en carpetas clasificadas por géneros —“Ideas para
comedias”, “Ideas para melodramas”, “Ideas para thrillers”, etc.—. Aún conservo
algunas de esas carpetas con los recortes amarilleados por el tiempo. Hoy todo
es mucho más fácil. Leyendo la prensa por Internet, en ordenadores o tabletas
digitales, puedes descargar o reenviar a tu correo cualquier noticia que
consideres interesante, almacenándola después en carpetas de trabajo en tu
ordenador. Comodísimo y muy útil.
Como
él mismo confesó en una conferencia impartida en el Círculo de Bellas Artes de
Madrid el 13 de enero de 2016, Pedro
Almodóvar recomienda estar despierto y atento a la prensa para generar ideas: «Las páginas de sucesos son un material
riquísimo. La realidad te proporciona la primera línea, la segunda la escribes
tú». Se
cuenta en los mentideros de la industria cinematográfica española el apego que
tenía en sus comienzos por la lectura de los sucesos publicados en el diario
sensacionalista El caso (cerrado en
1987), algunos de los cuales, según el acervo del sector, fueron utilizados en
las tramas de sus primeras películas, como “¿Qué
he hecho yo para merecer esto?” (1984),
donde Carmen Maura interpretaba a un
ama de casa que, harta de ser maltratada por su marido —personaje al que ponía rostro
Ángel de Andrés López—, se lo carga durante
una discusión golpeándolo en legítima defensa con el hueso de un jamón mondo y
lirondo que guardaba para echar al cocido. A pesar de lo disparatado y casi
inverosímil del argumento —ya dijimos que la realidad no necesita ser creíble—,
parece ser que el hecho del homicidio fue real. Resulta tremendamente original
y en cierto sentido metafórico que a un tipo tan machista y casposo,
estereotipo de un sustrato y época del todo olvidables, lo asesinen utilizando
como “arma del crimen” un objeto tan cutre y tan típicamente castizo. Como
veis, es una verdad indiscutible que la realidad siempre supera a la ficción.
En
mi novela “O descenso do derradeiro ocaso”
—El descenso del último ocaso—, ganadora del VI Premio de Relatos por Entregas del diario La Voz de Galicia, jaloné toda la trama con personajes y sucesos,
convenientemente trabajados, sacados precisamente de las noticias de ese y
otros periódicos: un presunto muerto que había resucitado cuando lo llevaban a
enterrar, un alcalde que se crucificó para protestar, una mujer (en la realidad
era farera) radioaficionada que echaba las cartas por radio, un tempesteiro u hombre que controla el
tiempo climatológico con la mente para beneficiar las cosechas, etcétera. El
jurado premió el relato, entre otras cosas, por: «la contraposición entre los mundo rural y urbano de la Galicia actual,
poblados por una amplia galería de insólitos personajes». A veces los
personajes insólitos son mucho más sólitos u ordinarios de lo que pensamos.
Solo hay que permanecer atentos a lo que la realidad nos regala cada día.
Polimnia, el sagrado canto
de la adaptación.
Germina
a partir de una obra preexistente. Habitualmente de una novela, relato o cuento.
Pero también son susceptibles de adaptación las obras de teatro, cómics o
novelas gráficas, biografías de la vida real, artículos o reportajes
periodísticos, óperas, zarzuelas o musicales y, desde luego, otras películas y
series de televisión anteriores (los conocidos remakes). Con imaginación, incluso se puede extraer una buena
historia de un poemario, recuérdese como ejemplo que el libreto de “Cats”, el exitoso musical de Andrew Lloyd Webber (1980), es la
adaptación de la colección de poemas de T.
S. Eliot publicada en 1939 con el título “El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum”, un tratado
humorístico y fantástico sobre la supuesta psicología y sociología felinas.
Esta
musa es la que da lugar al llamado guion adaptado, es decir, otra mirada —expresión,
como iremos viendo, muy importante a la hora de narrar una historia— sobre un
argumento ya contado. ¿Cómo la potenciamos? Pues resulta evidente: entre otras
muchas cosas, hay que ver mucho cine, leer todo cuanto caiga en nuestras manos
e ir al teatro en la medida de lo posible.
Todos
conocemos cientos de ejemplos de adaptaciones y remakes célebres. Tomando
como referencia todas las ediciones de los premios Oscar® (desde
1928 a 2015), de entre todos los largometrajes de producción norteamericana
ganadores de la preciada estatuilla a la Mejor Película (15 lo fueron de
producción europea), solo 23 de las 88 galardonadas tenían guiones que no
estaban basados en alguna obra preexistente. Si descontamos además los biopics puros (adaptaciones de
biografías de personajes reales), la lista se reduce a tan solo 18 películas
con guion estrictamente original, es decir, un 20 %.
Aparentemente
podemos deducir que Hollywood prefiere inspirarse en obras que ya hayan sido
contrastadas con anterioridad o editadas en otros medios o soportes. Sin
embargo, la estadísticas se invierte cuando nos referimos a películas europeas,
incluyendo el cine español. Sirva como ejemplo la producción española del año
2011, que conozco tan bien porque fue el año en el que competimos por el Goya
al mejor guion adaptado 2012 por “Arrugas”.
Las producciones candidatas estrenada ese año que aspiraban a lograr una de las
cuatro nominaciones al guion original fueron 78, mientras que nuestras
competidoras directas con las que rivalizábamos por la nominación a la mejor
adaptación éramos, incluyendo la nuestra, tan solo 17, menos del 22 %. Sin que
eso le reste méritos al premio finalmente obtenido, resultó mucho más fácil ser
seleccionados entre las cuatro finalistas en la categoría de adaptación que en
las de guion original.
Mi
teoría es que, en Europa, especialmente con la aparición de movimientos como el
free cinema británico, el
neorrealismo italiano y, sobre todo, el cinéma vérité y la nouvelle
vague (nueva ola) surgidos en Francia a partir de los años cincuenta, el
director-realizador comenzó a ser la estrella o, por decirlo de otra forma,
empezó a considerársele el “autor” de la película. Y para ser autor de verdad
es fundamental participar en todos los procesos de producción del film desde el
principio, es decir, también debería participar en la escritura del guion como
guionista o coguionista. Es muy corriente que en Europa casi todos los
directores sean autores o coautores de los guiones de sus películas. Pero en
Estados Unidos, cine independiente aparte, la verdadera estrella fue siempre el
actor o la actriz protagonistas, al menos durante los años del star-system de los grandes estudios,
hasta que los productores asumieron ese estrellato. De hecho, la mayoría de los
grandes directores del cine americano cuyos nombres y trabajos solemos recordar
son sobre todo grandes productores como Steven
Spielberg, George Lucas, Martin Scorsese, Peter Jackson, James Cameron,
Clint Eastwood y tantos otros.
Mi
primer guion del largometraje, “El bosque
animado”, estaba basado en la novela homónima del escritor y periodista
gallego Wenceslao Fernández Flórez.
Y, a día de hoy, en los guiones en los que he participado todavía predominan
las adaptaciones sobre los textos originales. Se me antoja que, sobre todo para
iniciar una carrera como escritor audiovisual, es más fácil mover y vender un
proyecto partiendo de una obra preexistente, especialmente si esta ha tenido
éxito, que con un guion original de autoría propia. Por lo tanto, en este
sentido, recomiendo vivamente que os apoyéis en la musa de la adaptación.
Magnífico ejemplo de lo que digo lo constituyen las adaptaciones de las novelas
gráficas “Arrugas” (Ignacio Ferreras, 2012) y “Memorias de un hombre en pijama” (Carlos Fernández de Vigo, 2018) en las que he
participado, ambos cómics originales de Paco Roca. Durante la búsqueda de la financiación, junto con el guion,
entregábamos también el álbum del cómic y las historias se vendieron con mucha
más facilidad.
El único problema es que, si los derechos de la obra original no han
pasado al dominio público —en España, desde el año 1984, una obra pasa al dominio
público 70 años después de la muerte de su autor y, antes de esa fecha, 80 años
desde su fallecimiento—, suelen incrementar ostensiblemente los gastos del
productor (para gran disgusto de este). Desde luego, por mucho que nos guste
una obra para adaptarla al cine o a la televisión, no debemos escribir ni una sola
línea hasta que el autor o sus herederos nos hayan autorizado a hacerlo porque
podríamos no llegar a un acuerdo y todo el trabajo realizado con anterioridad habría
sido en vano. O sea, las obras clásicas, están disponibles para todos y se
pueden adaptar gratuitamente, pero las de autores vivos o que hayan pasado a
mejor vida hace menos de 70 u 80 años, según si han muerto antes del orwelliano
año 1984 o después, tenemos la obligación de adquirir antes sus derechos de
adaptación si queremos basarnos en ellas para escribir nuestra historia. No lo
olvidéis y no trabajaréis en balde (ni de balde).
Propuesta de ejercicios:
Desarrollad tres ideas diferentes inspiradas por cada una de las musas señaladas más arriba: Costumbrismo, Sucesos y Adaptación. Es decir, inspiraos en algo que hayáis escuchado o visto en vuestro entorno, en una noticia que leáis en el periódico y en otra obra que hayáis leído o visto.
Hasta la próxima semana. ¡Sed felices!
Me llama la atención cuando dices de crear historias de gente anónima ,de gente que vemos y hacer nuestro criterio de como son según su forma de vestir eect... Me paso un caso curioso, paseando con mi perro vi un chico con una forma de vestir de lo más estrabaagante (pendiente,rastas,pantalon de los llamados cagados, en fin un desastre) se acerco a mi y me pregunto si había visto un perro con unas características determinadas ,le dije que no, y , entablamos una pequeña conversación (alucine) con su forma de pensar,que si el cambio climático, que si el reciclaje, que los pesticidas que le ehan a los alimentos,que lo poco nos implicamos y dejamos hacer todo lo que le da la gana a los gobernantes, que nadie denuncia los atropellan que nos hace la seguridad social, en fin, viendo su aspecto me pareció un chabal que pasaba de todo y no era así.
ResponderEliminarHola, totalmente de acuerdo contigo. Quizá me he explicado mal: no debemos confundir jamás la realidad con la ficción. Lo que yo propongo más arriba es un ejercicio para incentivar nuestra imaginación aprovechando pequeños detalles y aspecto de la realidad exterior (de personas reales anónimas, en este caso) y construir ficciones de personajes imaginarios inexistentes (que nunca han existido ni nunca existirán). Obviamente, los ejemplos expuestos en la entrada (científico alemán emigrado a Estados Unidos o matriarca de familia de mafiosos italianos, eran solo el productor de la calenturienta imaginación de mi amigo, pero tengo la absoluta certeza de que las personas que inspiraron esos personajes inventados no eran ni remotamente nada parecido). Más allá de eso, en la vida real, nunca debemos prejuzgar a nadie por su aspecto, entre otras cosas porque, si vemos un chaval como el que tú describes y recelamos de él sin conocerlo, el problema nunca estaría en el chaval, sino en nuestros propios prejuicios. Espero haberme explicado un poco mejor ahora. Gracias por leerme. Un saludo cordial.
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