Navidad rima en asonante con Paz.
Hoy será una nochebuena triste. Esta noche es cuando más se va a notar la honda ausencia que ha dejado mi madre hace poco más de dos semanas. Pero la tristeza, como la alegría, son sentimientos naturales y, de la misma manera que sé que se aprende más de los fracasos que de los éxitos, siento también que la melancolía nos hace más tiernamente humanos que el regocijo. No quiero, sin embargo, desaprovechar esta fecha para contaros una
historia real que, espero, llegue a vuestros corazones y sea acicate para la
reflexión.
Cumplí mi servicio militar en Barcelona, allá por los ya lejanos años
83-84 del siglo pasado. Concretamente en la 42ª Cia. de
Policía Militar del Regimiento de Infantería “Jaen 25”, con base en el cuartel
del Bruch, en Pedralbes.
En el Cuartel del Bruch (Barcelona, 1983), cumpliendo mi servicio militar en la PM.
Tuve la suerte de tener muchos permisos pues, en el
año exacto que duró mi mili, cada 42 días de servicio me daba derecho a 21 de permiso.
Para ir a casa desde Barcelona a Coruña, utilizaba un tren expreso que tardaba —si
no había retraso, que casi siempre lo había— veintidós horas en hacer todo el
recorrido y que popularmente se conocía desde tiempos inmemoriales con el sugestivo nombre
de “Shanghai Express”.
El "Shanghai Express", inaugurado en 1951, que cubría el trayecto entre
A Coruña/Vigo y Barcelona en 22 horas.
Viajaba siempre en segunda con litera, en unos compartimentos para
seis personas en los que, al llegar la noche, se habilitaban otros tantos
catres donde podíamos echar una cabezada en posición horizontal entre estación
y estación.
Compartimento para 6 personas con litera, parecido al del expreso Barcelona-A Coruña.
Recuerdo perfectamente mi permiso de navidad de ese año, 1983. Al
llegar a Zaragoza, todavía de día, se subió al tren un anciano que iba hasta
Palencia. Se sentó a mi lado y, al ver que yo era quinto (viajábamos vestidos de uniforme), se puso a charlar conmigo. Me contó que su
“servicio militar” fue la guerra civil y, siendo poco más que un adolescente, se
alistó en el Ejército Popular de la República con el cual luchó, entre otras,
en la batalla de Teruel. Así, las segundas navidades de la guerra, diciembre
del 37, le tocó sitiar la capital turolense en poder de los sublevados o
Ejército Nacional. Él era uno de los cornetas de su regimiento. Llevaban ya una semana
de sitio, desde el 15 de diciembre, con unas condiciones climáticas durísimas,
cuando por fin el día 22 los republicanos lograron conquistar la ciudad. A
partir de ese momento, los sitiadores se instalaron dentro y fueron sitiados a
su vez por los nacionales que comenzaban desde fuera a reorganizar la
contraofensiva para reconquistar la plaza. Pero durante la siguiente semana, es
decir, los días de navidad, hubo una tregua tácita.
Soldados del Ejército Republicano en el sitio de Teruel (diciembre 1937)
Y en esos días se forjó lo imprevisible: a la medianoche del día de
Nochebuena, un corneta de los nacionales comenzó a improvisar desde las trincheras del
exterior de la ciudad un villancico, en concreto "Adestes Fideles". En ese momento, sin pensárselo dos veces, él comenzó a tocar desde dentro del cerco el mismo tema,
lo más alto que pudo, a pleno pulmón, con los labios entumecidos y reventados por el frío pegados a la boquilla de su instrumento. Antes de que el capitán republicano de su compañía pudiese llegar hasta allí para ordenarle parar, a los dos cornetas se les
unieron otros desde distintos puntos de ambos bandos, y a las cornetas les siguieron los tambores, dentro y fuera del sitio, cada vez mayor número de ellos, en un imponente in crescendo que rozó el delirio, llenando juntos de magia aquella gélida nochebuena aragonesa del 37, en un silencio absoluto de tropas y mandos que solo fue roto al
final por los aplausos y vítores de unos y otros contendientes.
A la mañana siguiente, día Navidad, aún vigente la tregua, soldados de uno y otro ejército fueron autorizados por sus oficiales a encontrarse en tierra de nadie para intercambio de alimentos y, sobre todo, de picadura de tabaco —en aquel momento proveniente de Canarias, en el bando nacional— por papel de liar —que venía de la fábrica de Valencia, en el bando republicano—. Los soldados aprovecharon el breve encuentro para fumar juntos amigablemente y darse noticias de un lado y otro de las líneas. El día 29 de diciembre comenzaron de nuevo las hostilidades con una carga de caballería de los sublevados que fue, por cierto, la última de la historia que se produjo en territorio español.
A la mañana siguiente, día Navidad, aún vigente la tregua, soldados de uno y otro ejército fueron autorizados por sus oficiales a encontrarse en tierra de nadie para intercambio de alimentos y, sobre todo, de picadura de tabaco —en aquel momento proveniente de Canarias, en el bando nacional— por papel de liar —que venía de la fábrica de Valencia, en el bando republicano—. Los soldados aprovecharon el breve encuentro para fumar juntos amigablemente y darse noticias de un lado y otro de las líneas. El día 29 de diciembre comenzaron de nuevo las hostilidades con una carga de caballería de los sublevados que fue, por cierto, la última de la historia que se produjo en territorio español.
Carga de caballería del Ejército Nacional (diciembre, 1937) en el cerco de Teruel.
Sin embargo, el anciano me dijo que desde entonces tuvo claro que
las guerras las montan algunos militares y políticos y, si acaso, los hombres de
finanzas que siempre sacan tajada de ellas. Pero que sabía que la mayoría de la
gente del pueblo era gente de paz a la que solo se le podía acusar de dejarse
llevar por estos poderosos pero que, sin ellos, bien podrían haber convivido. Porque,
por muy distintas que fuesen sus ideas, sus creencias y su ideología, siempre
encontrarían un villancico que tocar al unísono y un trozo de tierra de nadie
donde echar juntos un pitillo.
Yoko y Lennon con el cartel "La guerra ha terminado (si tú quieres)", Navidad de 1969.
Al descubrir hoy un anuncio sobre un hecho real acontecido en la
Primera Guerra Mundial, cuyo enlace os dejo abajo, aquel anciano y su historia
volvieron a mi memoria, uniendo así de forma mágica las trágicas navidades de
1914 y del 37, con las del 83 y 2014. ¡Qué poco hemos cambiado en cien años!
Con este recuerdo y este anuncio os deseo una muy feliz Navidad a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que amáis la paz y la convivencia por encima de vuestras ideas y vuestras creencias. ¡Sed felices!
Hola Ángel, viendo tu foto de la mili, he creído conocerte porque creo que coincidimos durante unos meses.
ResponderEliminarEnhorabuena buena por tu carrera profesional y tu blog.
Mi nombre es Vicente Rodrigo.
Saludos,
Anda! Pues es me suena Vicente, sí, pero ahora mismo no te pongo cara, han pasado tantos años!!! Eras de algún remplazo por arriba o abajo? O, mejor, de dónde eras? Porque creo recordar un Vicente de alguna parte de levante...Valencia, Alicante? O tal vez me confunda. Si me das mas datos o tienes alguna foto (de la época) seguro que te identifico :) Muchas gracias! Un abrazo!
EliminarO Cataluña? Girona?
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