Junto a Manolo Abad, en la sombra, el alma máter de "Luar" es sin duda Gayoso.
Hace un par de semanas, pude leer el
artículo publicado por Manolo Abad en La Voz de Galicia titulado «Cómo acabar con “Luar” de una vez por todas». Un artículo de lo más acertado y necesario. Me hubiera gustado comentarlo entonces y dar mi opinión, pero al
hallarme de viaje me fue imposible.
Esta noche “Luar” alcanzará el programa
número 1.002, es decir, ya ha superado incluso a las mil y una noches que
Scheherezade tuvo que pasarse en vela contando al sultán los mil y un cuentos que le salvaron la cabeza.
Mil y un programas y 24 años en antena,
siendo muchas veces líderes de audiencia, deben querer decir algo. “Luar” es un
programa que casi nadie confiesa (o confesaba) ver y, sin embargo, muchos critican (o criticaban). Recuerdo
aquí unas palabras de Fernando Fernán-Gómez referidas a los que menospreciaban el
cine español con afirmaciones como: «Yo no veo cine español porque es malo».
Pero, si no lo ves, alma cándida, ¿cómo sabes que es malo? Es la paradoja de un
cierto sector de la población, supuestos intelectualóides —izquierdosos en su mayor parte, que no izquierdistas—,
atrincherados detrás de sus prejuicios, que no ven más allá de esos sesudos
libros que supuestamente leen (pero que claramente no los hacen más sabios),
rechazando la cultura popular mayoritaria.
Pero ser de izquierdas e intelectual es para mí,
sobre todo, comprender a los demás, ponerse en su lugar para tratar de entender
sus razones, aunque no se compartan, aceptar el pensamiento de los otros con
sus circunstancias, ser tolerante, especialmente con los gustos del pueblo.
Saber, como decía don Juan Tenorio, subir a los palacios y bajar a las cabañas,
y en todas partes dejar memoria de uno (de ser posible, no amarga, como don
Juan). Tiempo hay para ver pelis de Bergman o Fellini, asistir a una ópera de Puccini, leer a Shakespeare y bailar en una verbena de pueblo al ritmo de la orquesta "Panorama", como dice Manolo en su artículo, o "París de Noia", o también ver "Luar". Si no, nuestra visión del mundo será siempre parcial.
Quiero contaros mi experiencia en “Luar”. Mi primer "Luar" fue hace muchos años, allá por el 2000, más o menos. Por aquel entonces yo era de
esos que también criticaban el programa sin haber visto ninguno completo, lo confieso (arrepentido). Pero
un buen día, el destino hizo que coincidiera con su realizador, Manolo Abad, en
el montaje de una entrega de premios del Audiovisual Gallego en Pontevedra.
Quedamos en que, a la semana siguiente, nos veríamos todos los de la
organización para tomarnos una copa en Santiago. Pero como quiera que el día
que nos venía mejor a todos era el viernes, Manolo, para no perdérselo, nos
invitó a “Luar”, cuando todavía se grababa en la discoteca “Dona Dana” en Touro
—hoy me parece un desmadre porque se podía fumar durante la grabación, tomar
cubatas y bocadillos de chorizo—. Allá nos fuimos. He de confesar que yo iba un
tanto abochornado esperando sentarme en una mesa lejos del escenario para que
nadie me viera por televisión. Pero resultó que teníamos una mesa reservada en
la misma boca del escenario. No contento con esto, durante la actuación de un
mago portugués que pedía voluntarios para su numerito, el artista me sacó a mí
al escenario (estoy convencido que llevaba un pinganillo y el cabrito de Manolo
le sopló a quién subir). El caso es que, durante las cuatro horas de programa,
se fue produciendo en mí una metamorfosis.
Cuando vives el "Luar" comprendes por qué lleva 24 años en antena.
Y esa metamorfosis fue provocada tal vez al ver
la cantidad de gente que trabajaba allí, la profesionalidad de todo el mundo,
comenzando por José Ramón Gayoso que se tiraba con el micrófono pegado a la
barbilla todo el rato, incluso en las desconexiones para publicidad, animando
al público, haciéndole vibrar. El ver reír en vivo y en directo a aquella gente
—gente de verdad, no fingidos intelectuales de gafitas, sino gente humilde, del
pueblo, con costumbres humildes, como mis padres, mis abuelos, mi familia—,
verlos bailar cada vez que empezaba una actuación y aplaudir a rabiar al
terminar, produjo en mí una catarsis tal que, venciendo toda timidez me
hicieron erguirme de mi silla en el último número (Peret, lo recuerdo
perfectamente) y ponerme a bailar la rumba catalana con María Liaño (productora
de los premios, la semana anterior).
Ésa fue la primera vez que fui a “Luar”, pero ni
mucho menos la última. A partir de ese momento, siempre que pude, me plantaba
allí con cualquier excusa: la presentación de varias de mis películas, la
actuación de amigos como Luz Casal, la presentación de una asociación benéfica
o simplemente tomarme una copa después con Manolo. Siempre fui bienvenido por todo
su equipo, siempre tenían un hueco para mí cuando les pedía acudir para
presentar lo que fuera. Recuerdo que alguien me dijo por aquella época: “No te
avergüenza ir a un programa-basura” ¿Programa-basura? Un programa-basura es
aquel que, sin contenido alguno, reúne a un montón de indocumentados para
despellejar a otro indocumentado. Pero un programa que contrata a tanta gente
—¡cuántos de nuestros más grandes actores y actrices comenzaron ahí haciendo
sus primeros pinitos!—, que promociona la cultura folclórica y popular de un
pueblo —¿o acaso nuestra bandas de música, orquestas populares y grupos
folclóricos no son parte de nuestra cultura?—, un programa que llega de esa manera al
público, que se renueva año tras año, que ha alcanzado las mil y una noches, no
puede ser un programa-basura. No, "Luar" es un clásico que, según la Real Academia, no es otra cosa que un "modelo digno de imitación".
En una de mis muchas visitas a "Luar" (2013), en este caso para promocionar
la Asociación contra las Enfermedades Neuromusculares.
Seis años más tarde, ya en el 2006, la semana
anterior a la entrega de los Goya en la que nos concedieron el galardón por “El
sueño de una noche de san Juan”, se produjo una cosa muy curiosa. Me invitaron
a dos programas. A mitad de semana, fui a uno de esos desayunos televisivos
después de los informativos de la mañana. “El ruedo ibérico” se llamaba,
presentado por Monserrat Domínguez en Antena 3. Compartí cartel con la exministra
de Asuntos Exteriores Ana Palacio. Nos dedicaron media hora larga a cada uno. Pensé
que ese día me vería mucha gente y, cuando encendiese el móvil después de
terminar la entrevista, lo tendría lleno de mensajes y llamadas perdidas… ¡Ni una! Pero al llegar
el viernes, me entrevistó Gayoso en el “Luar”. No cesaron los sms ni las
llamadas durante todo el fin de semana. Curiosamente, casi todos decían que me
habían visto de casualidad haciendo zapping. ¡Qué casualidad! Una entrevista de
10 minutos en un programa de cuatro horas y todo dios estaba haciendo zapping
en ese momento. ¿Qué sucedía en las otras cadenas? ¿Hubo una desconexión generalizada?
En fin, con estas anécdotas, simplemente os
quiero contar que nadie debe avergonzarse de divertirse. Y “Luar” es sobre todo
un programa que entretiene y divierte, ése es su secreto. Pero además
salvaguarda parte de nuestra cultura. Y porque “Luar” es también una fábrica de profesionales
tanto técnicos como artistas.
Por eso hoy quiero felicitar a Manolo, a José Ramón y todos los que han
trabajado y trabajan en “Luar”, que esta noche habrá batido el récord de las
mil y una noches, deseándoles otros 1000 programas más de entretenimiento,
diversión, imaginación y cultura popular. Sed felices! ;)