Pues os decía antes de salir de viaje hacia Kirguizstán que me iba en busca del lugar donde nace el sol. Y se puede decir que casi lo encuentro porque este es el país más oriental que he visitado, es decir, el que está más cerca del huso horario donde nace el día.
Amanecer desde el cielo en el fantástico avión de Turkish Airlines.
Os puedo decir también que, volando con Turkish Airlines en dos aviones que me llevaron de Santiago de Compostela a Estambul (con parada técnica en Bilbao) y otro de Estambul a Bishkek (capital de Kirguizstán), se me han quitado mucho prejuicios. Los aviones turcos -por lo menos los que tomé yo- son de una calidad que ya les gustaría a Iberia, tanto en el trato, como en las comidas, comodidades, espacio -¡espacio, Señor, espacio!- y servicios a bordo. Un lujo. Y os puedo asegurar que, aunque invitado por Help Age International para dar una conferencia y presentar Arrugas, viajaba en turista como cualquier hijo de vecino.
Eso sí, 5 horas a Estambul, 3 horas de espera en tránsito y otras 6 a Bishkek que casi suman un vuelo a California. De momento aún he visto poco del lugar pero puedo describir a Bishkek como una ciudad pequeña (900.000 habitantes), heredera de la fea arquitectura soviética y algo kitsch, pero tal vez su decadencia la hace de alguna manera entrañable y atractiva al visitante. Además, la gente, una rara mezcla de raza asiática, con cultura rusa, costumbres y tradiciones turcas y religión musulmana, es de lo más agradable, amable y hospitalaria.
Mientras escribo estas líneas a la puesta del sol, escucho el adhan o llamada a la oración del Islam
desde el minarete de la mezquita que tengo frente a la ventana de mi habitación.
Lo que inspira es una gran paz.
Gracias a dos jóvenes universitarios que el año pasado estuvieron 10 meses en México, he podido disponer de unos excepcionales guías que hablaban castellano (con un divertido acento mexicano) y que esta tarde me han enseñado una pequeña parte de la ciudad.
Selfie con mis jóvenes y amables guías kirguís.
Delante del monumento a Manas, el héroe fundador de la patria de los kirguís, encontré una gran librería donde, por supuesto, pregunté si disponían de una edición de El Principito en lengua kirguí para mi colección. Pero desgraciadamente la habían agotado y solo les quedaba en ruso (que ya tengo). Aún así, no desisto de seguir buscando. También me interesé por el Manas, canto versificado y poema nacional del país. Pero su volumen es tan grueso (como la Ilíada y la Odisea juntos) que me resulta imposible meterlo en la maleta. ¡Ya ni os cuento si la versión es bilingüe kirguí-inglés!
Rindiendo pleitesía a Manas, legendario padre de la patria.
A continuación, mis guías me llevaron a visitar el Museo de la Historia, donde aprendí bastante sobre la cultura y tradiciones de este país formado por tribus nómadas ancestrales.
En el Museo de la Historia, al lado de una yurta o tienda nómada kirguí.
Por ejemplo, kirguí suena en su lengua como "cuarenta" y su nombre deriva de que es un estado formado por cuarenta tribus de etnias asiáticas y túrquicas que se unificaron bajo la misma bandera. Por cierto, bandera totalmente roja -herencia de los Soviets-, con un gran sol dorado en el medio que tiene la forma de una yurta (tienda nómada) vista en planta con cuarenta rayos de sol que representan a esas cuarenta tribus que rodean la casa común del Kirguizstán.
Bandera nacional de la República de Kirguizstán.
También he comprobado que, aunque cada día más alejados de la Madre Rusia, es el lugar con más estatuas de Lenin por metro cuadrado.
El camarada Lenin, hasta en la sopa.
Y no solo el camarada Lenin está presente en todas partes, sino los camaradas Marx y Engels que, por cierto, siempre aparecen juntos en todos los monumentos y pinturas.
Aquí, departiendo con Marx y Engels: "La religión es el opio del pueblo, Fredie".
"Que ya no, Charlie, que el opio del pueblo es ahora el dinero, que lo sepas".
Aunque la República del Kirguizstán se separó de Rusia en 1991, con la caída de la Unión Soviética, para convertirse en una república independiente, fue en la revolución del 7 de abril de 2010 (justamente ayer se conmemoró el 5º aniversario) cuando llegó al país la democracia parlamentaria en donde quien tiene el poder es precisamente el Parlamento por encima del presidente.
Monumento que conmemora la revolución del 7 de abril de 2010 que dejó 86 muertos
pero trajo la democracia a Kirguizstán.
En un rato me vienen a buscar de la organización para llevarme a cenar -cordero o caballo son sus platos típicos- y de paso explicarme cómo serán mis intervenciones en el Congreso de mañana y pasado.
White House, o palacio presidencial.
De un presidente que tiene menos poderes que el Parlamento. ¡Envidia me da!
El sábado, mi día libre, espero disponer de más tiempo para visitar los alrededores, incluso para salir de la ciudad a las montañas cercanas y perderme en este remanso de paz del Asía Central.
Ya os contaré. Hasta entonces, sed felices! ;)
Tú buscas ediciones de El Principito (yo sólo tengo dos, en español y en francés) pero yo, siempre me traigo una piedra de algún camino, bosque, playa, río... una simple piedra que siempre me llama cuando me la cruzo.
ResponderEliminarFernanda Flores