El package.
El
package o dossier debe incluir los siguientes dos documentos: memoria (sumario con toda la
documentación) y guion completo o tratamiento.
La
memoria o sumario tendrá una portada,
cubierta o carátula que debe incluir:
-Una
imagen que ocupe toda la portada y exprese visualmente el contenido, estilo,
atmósfera y ambiente del proyecto. Será lo primero en que se fije nuestro
interlocutor de un golpe de vista y le proporcionará la primera impresión de
nuestro proyecto. Debería ser como un póster-teaser de la película, o sea, el
cartel provisional de la misma.
-El
título del proyecto, que debe resaltar entre el resto del texto de la carátula.
Es lo primero que deberá leerse sin dificultad.
-Tagline
o frase de una o dos líneas que subtitule, enganche y añada información sobre vuestro
proyecto. Aunque no tan grande como el título, debemos resaltarla lo suficiente
para que sea lo segundo que consiga leer nuestro interlocutor.
-Ya
en caracteres más pequeños, género y tipo de proyecto (guion para largometraje
de ficción, animación, documental, etc).
-Nombre
del autor.
-Si
ya las hubiera o hubiese, principales estrellas (si tenéis alguna carta de
algún actor consintiendo en que aparezca su nombre) o valores de producción.
-Datos
de contacto. No os olvidéis de ponerlos aquí, en la portada. Que no tengan que
buscarlos en las páginas interiores o en la contraportada. En caso de que más
adelante deseen ponerse en contacto con vosotros, les estaréis facilitando el
trabajo.
Eso
con respecto a la carátula. ¿Y dentro? ¿Qué documentación debemos incluir? Pues
normalmente la siguiente:
-Una
página con la ficha técnica del tipo de proyecto (título, autor, género, tono,
público, formato, etc).
-Una
página con el story-line o sinopsis breve de la historia.
-Una
página con la sinopsis larga.
-Una
o dos páginas explicando el estilo visual y tratamiento narrativo de la
película que estáis escribiendo.
-Una
página en la que hagáis una descripción de las fortalezas y valores de
producción que consideráis que tiene vuestra historia.
-Una
última página de resumen, exponiendo con brevedad qué solicitamos o qué estamos
buscando y por qué deberían enamorarse de nuestro proyecto.
Por
último, la esencia de un buen package es el equilibrio entre lo que yo denomino
las tres CCC,
CONTINENTE-CONTENIDO-COSTE
¿En qué consiste este equilibrio? Pues muy sencillo: en que el continente
(el dossier o paquete físico en sí mismo, es decir, la presentación) vaya en
consonancia con el contenido (tema, argumento, estilo, etc.), pero también con
el coste que estimáis que va a tener el proyecto. Es cierto que no sois
productores y por lo tanto no sabréis exactamente cuánto va a costar producir
vuestro proyecto. Pero seguro que sabéis en qué horquilla os estáis moviendo,
es decir, si es un proyecto low-cost o de bajo presupuesto o más bien una
superproducción. Si tratáis de vender una epopeya histórica de romanos, por
poner un ejemplo, no acudáis con unas cuantas hojas arrancadas de una libreta y
unidas con una grapa en la esquina. Y si, por el contrario, estáis presentando
una pequeña película independiente y de autor, no llevéis un dossier de
imprenta, encuadernado en tapa dura de tela y empaquetado en una urna de madera
noble con goznes de metal, serigrafiada con un vinilo diseñado por un artista
conocido. Si lo hacéis, seguramente pensarán que os estáis gastando dinero
donde no debéis y ello suscitará desconfianza y recelo sobre vuestra persona
(que, al final, es lo que veladamente estamos vendiendo) y sobre la idoneidad
de producir vuestro proyecto.
EPÍLOGO
Hoy termina esta taller virtual de guion que durante 20 semanas he ido dando entrada en mi blog para quien pudiera interesar. Al llegar aquí tengo la sensación de haber hecho un streptease intelectual, de haberme desnudado completamente ante
vuestros ojos. Lo cual, si soy absolutamente sincero, me produce cierto morbo.
Todas
las historias están ya contadas, lo he afirmado varias veces a lo largo del taller. Pero, si lo están, ¿por qué algunos deseamos seguir contando historias?
Creo que la respuesta, al menos la mía, es: para poder aportar nuestro punto de
vista. Como ya he repetido también en diversas ocasiones, para escribir un
guion original es imprescindible aportar siempre nuestra particular mirada, una
perspectiva insólita, nuestra marca de fábrica, un nuevo aire, fresco y genuino,
a cada una de ellas. El sello de la originalidad no está en la historia en sí,
sino en cómo la contamos.
En
una entrevista realizada a Steven Spielberg
con motivo del estreno de la película de su factoría “Cowboys & Aliens” (Jon Favreau, 2011), refería el día que
conoció al maestro John Ford siendo
aún un mozalbete aprendiz de cineasta. Nervioso, le confesó que quería ser
director y le pidió un consejo. Ford
se lo quedó mirando en silencio y, al cabo de unos segundos, le mostró las
fotos enmarcadas de algunos de sus westerns rodados en el Monument Valley de
Utah y le preguntó qué veía en ellas. El joven Spielberg respondió que veía indios y caballos. El viejo director
americano-irlandés le cortó en seco y, acto seguido, le dijo: «¿Ves la línea del horizonte? Pues cuando
entiendas por qué el horizonte está arriba o abajo de la imagen, y no en el
centro, puede que te conviertas en cineasta. Y ahora vete al carajo».
Es
obvio que la línea del horizonte está siempre a la altura de nuestros ojos.
Esto lo sabe todo el mundo. Tanto da que subamos a un globo aerostático y la miremos
con los ojos de un halcón peregrino, o que nos arrastremos a ras del suelo como
si fuésemos vulgares gusanos. Siempre estará ahí, delante de nuestros ojos. Es
lo normal y todo el mundo lo ve así. El que sabe situarla en otro lugar y sabe
por qué lo hace, habrá descubierto otra
mirada y tendrá algo nuevo que contar o, al menos, lo narrará de otra forma.
Siempre
quise hacer cine. Pero en aquella época y viviendo en un rincón del planeta en
el que hasta los romanos pensaron que se acababa el mundo, querer hacer cine
era como desear ser astronauta, no imposible pero muy complicado para la
inmensa mayoría de los ordinarios mortales. Pensando que mis sueños eran una
simple quimera y aprovechando que tenía buena mano para el dibujo, inicié
estudios de Arquitectura y, durante siete años, trabajé en una ingeniería.
Pero
a finales del año 1989, recorrido ya el primer cuarto de siglo de mi vida, como
si de un punto de giro se tratase, ocurrieron cuatro acontecimientos que me cambiaron
para siempre y me impulsaron a dejarlo todo e intentarlo. Digo bien,
intentarlo. Me daba igual si lo conseguía o no, eso era lo de menos. Solo tenía
la certeza de que debía intentarlo porque, de lo contrario, me lo reprocharía
el resto de mi existencia.
Todo
sucedió en 40 días, como si de una profecía bíblica se tratase. Comenzó la
noche del 9 de noviembre con la caída del muro de Berlín. Además del entusiasmo
que aquel acontecimiento histórico provocó en mí, me hizo reflexionar acerca de
que no había muros infranqueables ni eternos, ni barreras tan sólidas que no se
pudiesen derribar.
Un
par de semanas más tarde, el 25 de noviembre, se estrenó la primera película
gallega de largometraje, “Sempre Xonxa” (Chano Piñeiro, 1989). El ejemplo y
voluntad del añorado Chano me
demostró que, aun en el finis mundi,
hacer cine en Galicia también era posible.
Unos
días después, fui a ver una película que se había estrenado en las salas
españolas el 22 de noviembre: “El club de
los poetas muertos” (Dead
Poets Society, Peter Weir, 1989), en
donde el profesor John Keating, magistralmente interpretado por el malogrado Robin Williams —tanto que casi lo
recuerdo como si de verdad hubiese sido profesor mío—, pedía a sus alumnos que
no desaprovecharan su vida, carpe diem,
y les invitaba a subirse a sus pupitres para que viesen el mundo que les
rodeaba desde otra perspectiva, desde un punto de vista diferente, para
descubrir su particular horizonte. O sea, les estimulaba para que cada uno
buscase su propia mirada, al tiempo que les recitaba unos versos de la oda de Walt Witman a la muerte de Lincoln:
¡Oh capitán! ¡Mi capitán!
Levántate y escucha las campanas;
levántate, izan la bandera
por ti, por ti suenan las cornetas;
por ti ramos y cintas de
coronas, se amontonan por ti en las riberas.
Si
estáis terminando de leer esta entrada en vuestro ordenador, tablet o móvil, cómodamente sentados en una silla, sillón
o sofá, o incluso en la cama, os animo a levantaros y subiros a esta o a la
mesa que tengáis delante. Vamos, ¡hacedlo! No sintáis vergüenza. Cuando lo
hayáis hecho descubriréis otra mirada, otra perspectiva distinta de lo que os
rodea y habréis empezado a encontrar vuestro propio horizonte.
Finalmente,
el 18 de diciembre de 1989 se estrenó por fin en España Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, Guiseppe
Tornatore, 1988) y, al verla, recordé con una nostálgica sonrisa en los
labios aquel niño de ocho años que un día fui, ilusionado con poder dedicarse a
hacer cine, que un día leyó una revista con un artículo titulado “Los primeros pasos hacia el Óscar” y
que, en realidad, tan solo quería ser como John
Wayne, feo, fuerte y formal. Con el paso del tiempo creo que al menos he
conseguido ser dos de esas tres cosas ;)
Como, casualmente, hoy es 2 de febrero, Día de la Marmota —"Groundhog Day" (Atrapado en el tiempo, Harold Ramis, 1993)—, si queréis u os habéis perdido algo, podéis volver a empezar yendo de nuevo a la primera entrada. Eso sí, no dejéis de escribir.
Y recordad siempre: todas las historias están ya escritas. Todas… ¡excepto la vuestra! ¡Sed felices siempre!
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