Antes de nada convendría explicar quién eres. Pero en vez de extenderme en ello, dejo aquí un enlace a tu entrada en la omnipotente y sapiencial Wikipedia para que quien tenga interés se informe. Realmente tú y yo, después de tres encuentros en los últimos 4 años, nos hemos convertido en viejos amigos. Quizá amigos de esos que, como en las películas de John Ford, necesitan medir sus fuerzas de cuando en vez dándose unos sanos mamporros y tomando después, con el cuerpo magullado, unas buenas pintas de cerveza para celebrarlo. Ese símil se me ocurrió esta misma semana cuando, desde la cama de la planta del hospital, veía en TVE —lo único positivo de sus recortes presupuestarios es que nos vamos a hartar de ver películas clásicas antiguas— la película El hombre tranquilo del mencionado Jack Ford. La relación que se establece entre Sean Thornton (John Wayne) y Will Danaher (Victor McLaglen), hombres rudos de corazón blando, futuros cuñados y vecinos colindantes en los alrededores de Innisfree, es una relación parecida, de amor-odio, de mutua admiración-desconfianza, de respecto-rivalidad. Tercos ambos hasta la saciedad, no queda otra que solucionar sus diferencias a puñetazos, aunque entre torta y torta haya tiempo para soplar unos whiskys y cantar lindas canciones irlandesas en una muestra inequívoca de exaltación de la amistad.
Así andamos tú y yo: me gusta pensar que yo soy Thornton, un hombre tranquilo (quienes me conocen saben que lo soy, excepto cuando dejo de serlo, claro…) y tú el violento y pendenciero pelirrojo Danaher. Y, a la que me despisto, cabrón, me atizas sorpresivos golpes que siempre me pillan desprevenido y dan con mi maltrecho cuerpo en la lona. Al final, como en el chiste, no siento las piernas. Pero luego te confías y yo (no olvides que Thornton era boxeador), gracias sobre todo a la ayuda de los neurólogos que me tratan y a una buena dosis de inmunoglobina en vena que, como la poción mágica de Asterix o las espinacas de Popeye, me devuelven el vigor, consigo reponerme. Con lo que me levanto y te arreo de entrada una buena patada en la entrepierna (juego sucio, sí, pero en el amor y en la guerra vale todo…), para terminar en una lucha cuerpo a cuerpo hasta que te vas. Pero siempre una pelea sin acritud, con admiración, sabedor de que tal vez más adelante, más tarde o más temprano, volverás, como los viejos amigos, que siempre lo son aunque pasen mucho tiempo sin verse. O no, quién sabe. El caso es que tenía que decírtelo: eres un cabrón que siempre llega en el peor momento, cuando más lío tengo… O quizá llegas precisamente por eso, porque tengo mucho lío y el estrés también influirá lo suyo. Pero sé que siempre acabas yéndote, lo cual te agradezco. Tus visitas se han convertido en lapsos de tiempo para descansar entre la vorágine de actividad que últimamente destilo. Y, hablando de destilar, ¡maldita sea!, acabaré contigo, una vez más, y después nos tomaremos unas pintas de Guinness y un whisky, todo junto. Un submarino. Aprovecho para dar las gracias a mi neuróloga, a todos los médicos que me han tratado, junto con las enfermeras y celadores, tanto del ambulatorio, como de urgencias, como de la planta 7º de neurología del CHUAC. Y por supuesto, mi agradecimiento por todas las muestra de afecto que estos días estoy recibiendo. En unos días estaré de nuevo a pleno rendimiento. Estáis todos invitados a unas pintas. Después cantaremos lindas canciones gallegas.
Salud y sed felices.
Salud y sed felices.
Homérico lo tuyo!
ResponderEliminarDice un viejo proverbio chino: "NO SE PUEDE DERROTAR A UN HOMBRE QUE NO SE DEJA". Y tú no te dejas, así que tu enemigo-amigo siempre llevará las de perder en esta lucha.
ResponderEliminarÉ que ti es moito, Anxiño... es tan afectuoso que nin Guillain-Barré quere deixarte de vez. Pero tranqui, que máis vale malo coñecido, xa sabes, e ao final vai ser que pretende que lle adiques algo máis que unha misiva. Tal vez unha curta?? Ou quererá compartir plano coa túa querida Gina? Dalle voltas que de seguro algo de ti pretende.
ResponderEliminarbicos dende a Galia.
Gracias por el texto que has publicado en Abril... Por alguna razón providencial lo vengo a encontrar hoy... Me gustó mucho el enfoque, me arrancó varias sonrisas... pensé en mi propia lucha, a mi no me visita Guillain-Barré, pero al igual que tu, tengo mi propia película, claro que no de John Ford, creo que más bien es una serie, humm.. Doctor House... creo... aquel un personaje de ficción que vive con dolor permanente afirmado en su bastón y así enfrenta el día a día, y tú... un ser humano real, que también se defiende en esta vida y que no pierde el valor, el ánimo.... ambos me regalan pistas sobre como afrontar mi propio dolor..lo mío es distinto.. es como decía House en un episodio " te han puesto vidrio molido en las articulaciones".... es como vivir con el Alien aquel, pero agarrado de los dientes de mi pobre hombro... Que aveces también quisiera agarrarlo y echarle una correteada... pero lástima, este no se va ni con amenazas, ni con la ley del hielo (literal), de pronto voy a terminar haciéndome amiga del dolor este... Bue, eso era, muchas gracias por tu texto, me ayudó, lindo el Blog, llegué buscando fotos de la Toscana, que siempre he pensado que es el lugar mas bello de la tierra, y que parece nunca conoceré.. Un abrazo, sea donde sea que estés, desde Chile.
ResponderEliminar