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viernes, 29 de julio de 2011

LA FÁBULA DEL CÓMICO Y EL POLÍTICO



Queridos Cistitis y Prostatitis:

Permitidme que hoy cuente vuestra historia. En la Atenas de Pericles —allá por el siglo IV a.C.— cuenta la leyenda que convivieron el famoso cómico Cistitis y el afamado político Prostatitis.
Próximas las elecciones en la polis, sabedor del magnetismo personal y el glamour que profesaban los actores entre el pueblo, Prostatitis decidió acudir a Cistitis para que le explicase los secretos de su atractivo personal y el arte de la seducción colectiva.
—Ante todo —le espetó Cistitis, el cómico— has de saber fingir.
—¿Fingir? —preguntó desconcertado Prostatitis, el político— Pero un político debe ser honesto con su pueblo y estar siempre al servicio de éste.
—Ya, hombre, ya. Me refiero a que no sólo has de ser bueno, sino parecerlo. Todas tus intervenciones públicas han de estar estudiadas, debes prepararte siempre una puesta en escena, maquillarte convenientemente, medir tus gestos y tus palabras y, sobre todo, actuar con método.
—Caramba, Cistitis, parece muy complicado. Si me enseñas tu arte y consigo ganar las elecciones, serás recompensado generosamente.
            Y así fue como Cistitis se pasó varios meses enseñando a Prostatitis dicción, expresión corporal, representación, puesta en escena de la propia imagen, improvisación, proyección de voz, etc.
            Llegado el día, Prostatitis ganó las elecciones y, según lo convenido, su primer decreto consistió en incentivar al teatro con una cantidad a fondo perdido no superior al 10 % del presupuesto de cada obra, a modo de capital semilla. Poco a poco, Prostatitis, el político, fue ganando en seguridad y se convirtió en un excelente actor, tanto que ya no necesitaba de la dirección de su maestro. A partir de aquel momento, Prostatitis decidió gravar el teatro y la cultura en general con una cantidad del 30 %  del presupuesto, entre impuestos directos e indirectos, con lo cual Cistitis se dio cuenta de que el teatro se había convertido en un pésimo negocio. De la irritación, Cistitis sufrió una terrible inflamación de vejiga que le supuso una incontinencia urinaria muy desagradable. Disgustado, exigió explicaciones a su viejo amigo. De resultas de esta protesta, Prostatitis —mostrando una gran torpeza— tuvo la excusa perfecta para retirar de una vez por todas las ayudas al teatro, aunque no los impuestos, cuyos fondos (recaudados, entre otras cosas, de los aranceles al teatro) pasaron a engrosar el presupuesto de la inminente guerra preventiva contra Esparta.
            Ante tan flagrantes usurpación de oficio e incumplimiento de contrato, a Cistitis no le quedó más remedio que meterse en política y, a partir de entonces, se hizo activista y su mensaje comenzó a calar profundamente entre su público, la sociedad civil que iba a ver sus obras.
          Desgraciadamente, Prostatitis era muy terco para dar su brazo a torcer y la guerra no pudo evitarse, pero perdió las siguientes elecciones (además de padecer, desde entonces, una espantosa inflamación de próstata que le dejó impedido de por vida).
            Desde entonces hasta hoy, farándula y política son ejercicios irreconciliables y, mientras algunos políticos se dedican a hacer puro teatro, convirtiendo las Instituciones en patéticos circos, los cómicos, ejerciendo su derecho de pataleo, se dedican a intervenir activamente en los asuntos públicos con su opinión y sus manifestaciones. ¡Cuánto disfrutaríamos todos si los parlamentos estuviesen llenos de cómicos y los teatros de políticos! ¿O es al revés?
              Sed felices.

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