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martes, 3 de enero de 2012

El cuento del aval


Érase una vez, hace muchos años, un ratoncito apellidado Pérez. Sí, ese mismo, el pequeño roedor que acopiaba los dientes de leche que los niños depositaban bajo sus almohadas. Por cada uno que recolectaba dejaba una moneda de cinco duros bajo el cabezal. Después de venderlos a talleres de bisutería, descontando los gastos de almacenamiento y transporte, el ratoncito Pérez todavía obtenía un pingüe beneficio. Decidido a ampliar su boyante negocio,  Pérez solicitó una subvención  para incrementar el activo circulante de la empresa.
—Lo que has de hacer ahora –le explicó su novia, la ratita Presumida– es pedir un crédito puente en el banco. Después, cuando te hagan liquida la ayuda,  podrás devolver el empréstito.
Pérez se encaminó muy ufano hacia la entidad financiera más próxima. Allí le recibió el lobo Feroz que, muy cortésmente, le explicó la situación.
—Verás, no podemos darte el crédito si no tienes garantías con las que avalar la operación –aleccionó Feroz–. Tal vez si consiguieras que alguien te avalara...
─Mi amigo el sastrecillo Valiente tiene un próspero negocio de prêt a portè.
─No es suficiente ─sentenció el lobo enseñando los dientes─. Habla con los tres cerditos, son amigos míos y muy solventes.
El ratoncito fue a ver a los tres cerditos que muy diligentemente estudiaron su caso.
—No sé, no sé... –decía uno de los marranos– Quizá si tuvieras alguna propiedad inmobiliaria que pudiera garantizarnos la operación, ya sabes, edificios, fincas, heredades, predios...
—Nosotros tenemos tres viviendas –afirmó otro de los cerditos–, una de paja, otra de madera y una tercera de piedra.
—Bueno –continuó decepcionado el ratoncito–, mi madre tiene una casa.
—En ese caso –sugirió el tercero de los gorrinos– podríamos pignorarla.
—¿A mi madre? –se estremeció el ratón.
—No, hombre, no. A la casa.
Y así fue como la casa de la madre de Pérez avaló las casas de los tres cerditos, que estaban acreditando la sastrería de Valiente, que a su vez respondía por el negocio de compra-venta de dientes de leche de Pérez, que afianzaba el aval del banco del lobo Feroz, cuyo aval garantizaba la subvención.
Por desgracia, la subvención le fue denegada por carecer de un impreso compulsado y Pérez perdió su negocio y el de Valiente ─que terminó por convertirse en un cobarde─, además de la casa de su madre, que falleció de pena a las pocas semanas. La ratita Presumida se fugó con el gato con Botas, a los tres cerditos se los comió el lobo Feroz y al lobo lo abrieron en canal los siete Cabrititos, que eran en realidad siete auténticos cabronazos.
El ratoncito Pérez, abatido por la mala fortuna, emigró del país. Por eso los niños de las generaciones posteriores nunca más han vuelto a dejar sus dientes de leche bajo las almohadas. 

5 comentarios:

  1. Oh, Dios mío...!!! También al Ratoncito Pérez...?

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  2. jajajajaja...... mil gracias, por hacernos creer de nuevo en el RATONCITO PEREZ, porque esta historia si es real, no?

    un abrazo,

    fran besada

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  3. Me ha encantado, Ángel. Un besote.

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  4. Sería un cuento maravilloso si no fuese tan real. Ánimo Angelito y un besazo.

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  5. Muchas gracias a todos... En el fondo, cada éxito se forja con la suma de muchos fracasos... O como dijo hace poco un conocido ciclista: las crisis son como montar en bicicleta, si dejas de pedalear, te acabas cayendo... Y yo pedaleo, pedaleo, pedaleo y pedaleo! Y pedalearé! No lo dudéis! :)

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