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miércoles, 6 de julio de 2011

Beatrice

Querida Bea:

Realmente, en justicia, debería haber inaugurado este blog epistolar escribiéndote a ti, ya que tú eres sin duda la persona a la que más correspondencia he remitido en toda mi vida y de la que más cartas he recibido también: más de un año y medio de mailings, todos los días, casi sin excepción, con aquellos balbuceantes primeros modems de línea telefónica (cuyos tonos se oían al conectarse), hace ahora ya catorce años, después de habernos conocido en el balneario de Arnoia, durante el seminario de guión de Linda Seger.

Catorce años, cientos de horas, miles de páginas, millones de risas, alguna lágrima, confidencias, confesiones, secretos, muchas colaboraciones, un par de hijos de papel en común (uno de ellos con Goya incluido), que en medida alguna igualan al que ahora tienes de carne y hueso -precioso Telmo-,  por supuesto, pero que a mí me satisfacen especialmente por el esfuerzo y el cariño con los que los hemos criado. Tú fuiste la primera con la que escribí al alimón, cuando para mí, por aquel entonces, escribir era un placer onanista más, es justo que te lo reconozca aquí.

Simplemente, como acabo de ver el chupinazo en la tele, he recordado que mañana es San Fermín (otro año que me pierdo los sanfermines...), y me he acordado de ti porque todo lo que me recuerda a Pamplona me traslada a ti. Y ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, quería aprovechar para darte las gracias por estar siempre ahí, por las muchas horas que me has dedicado, por tus buenos consejos, por tu sensatez, por tu sonrisa, por tu imaginación, por tantos guiones que aún nos quedan por escribir (ahora que estamos a punto de terminar el próximo), algunos bailes por echar y buenos vinos por beber, y por tu amistad imperecedera que arrancó aquel húmedo domingo gallego, al final del verano, entre saltarines conejillos traviesos que, al igual que nosotros, parecían escapados de una película de Walt Disney.

Si nos nos vemos antes, estaré de nuevo en San Sebastián durante el Festival, como todos los años. Hasta entonces, un beso muy grande para ti, para Telmo y Paul.

Sed felices,

Ángel.

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